Me han contado que cada mes de diciembre, en conmemoración del cumpleaños del Rey de Indonesia, se celebran festejos y se montan ferias por todo el país. Bueno, esa es una de las versiones. Hay quien me ha asegurado que esto está montado todo el año. Y es que aquí en Indonesia, a tantas personas preguntes, tantas respuestas diferentes vas a tener. Así que ves a saber el porqué de la feria que está estos días montada en Yogyakarta.
Aunque no se diferencie mucho -en esencia- a las que estamos acostumbrados, en realidad sí que lo es. Salta a la vista la antigüedad y uso de las atracciones. La simplicidad y manualidad de muchas de ellas no restan diversión ni emoción a las mismas. Nada de potentes cilindros hidráulicos. Nada de grandes motores eléctricos para hacerlas girar (la electricidad está únicamente reservada para las luces). Motores de gasolina destartalados y mecanismos manuales para controlarlos en los cacharros más modernos.
En otros, en cambio, la fuerza humana es la que las impulsa y forma parte del espectáculo. No hay atracción emocionante que se precie que no conlleve una cierta dosis de riesgo. A los indonesios les encanta el riesgo. Algún día te contaré algunas de las cosas que se hacen por aquí. Empiezo a creer que no son conscientes de las cosas, o que quizá, yo lo soy demasiado.
Las atracciones cuestan normalmente 8000 rupias las de los adultos (medio euro aproximadamente). Un poco menos si son atracciones infantiles. Es barato, muy barato incluso para los locales. De eso se trata, de poder montarse en cuantas más chismes mejor. Así todos salen ganando. Nunca entenderé por qué en el primer mundo, hay que pagar 5 euros en una atracción de feria que dura apenas 3 minutos. Así no hay quien pase la noche en un parque de atracciones…
En una feria como esta, lo que más les gusta a los indonesios es el ruido. Música, motos, humo, barbacoas y vocerío con todos los decibelios que han podido encontrar. El ambiente que aquí se respira (aparte del humo) es increíble. La magnitud de la feria te envuelve, el desorden te desorienta y te pierdes en ella sin remedio. Sabes por donde entras, pero nunca encuentras la misma salida. Te fijas en una noria para marcar un punto de orientación y al rato llegas a otra igual (eso crees) en la otra punta de la feria. Das gracias a que el recinto -aunque imenso- es cuadrado y acabas saliendo por donde puedes. No me queda otra que resignarme a patear el recinto por el exterior para encontrar el lugar, donde creo, he aparcado la moto… Iluso de mí.
Como ves, la tecnología ni la sofisticación de las atracciones no le resta encanto. No hace falta una atracción de feria de un millón de euros para divertirse. Aquí (y no es por falta de tecnología) un columpio circular y unos cuantos chicos de aspecto gamberro animando las atracciones, son la delicia de los jóvenes de Yogyakarta. ¿Hace falta más?
En el vídeo puedes sentir el ambiente que allí se vive:
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[…] las cosas sean automáticas, mecanizadas…y en cierta manera frías. El otro día, al ir a la feria en conmemoración del aniversario del Sultán de Yogyakarta (eso dicen) me topé con una feria diferente. Muy humana, muy orgánica. Tanto que en algunas de […]