Bui Vien street, Ho Chi Minh City.

Bui Vien street, Ho Chi Minh City.

Llevo ya más de diez días viviendo en el distrito uno de Ho Chi Minh City -Saigón para la familia- y aunque uno ha estado más inmerso en el trabajo que ha estado haciendo encerrado en su habitación que en el vecindario, también ha sacado algún rato para perderse un poco por ahí.

El distrito uno es el centro de la ciudad y la calle Bui Vien -que suena a palabras pronunciadas por alguien que acarrea un enorme trancazo nasal- es su centro lúdico-turístico. Es una calle sin nigún atractivo visual al más puro estilo Kao San Road en Bangkok pero sin llegar -ni mucho menos- a extremos tan desagradables. Bui Vien no ha perdido la esencia vietnamita. No es una reserva única y exclusivamente para mochileros blancos. Tampoco llega a ser el circo que es la Pub Street de Siem Reap en Camboya. Aquí -afortunadamente- la mayoría de la clientela es local, y eso enriquece mucho la experiencia.

Al barrio no hay que negarle un cierto atractivo, aunque para unos pocos días. Más requiere de un cierto masoquismo. Decenas de centros de masaje, restaurantes, bares con su inseparable happy hour, hoteles y pensiones de más o menos mala muerte, puestos de comida callejera…Todo para retener y exprimir a quien por aquí se deja caer. Y claro todos estos negocios tienen su propia fauna alrededor. Son los que aquí se ganan la vida día sí día también. Como pueden, en un no parar de trabajar. A pesar de lo molesto que pueden llegar a ser, uno se pone en su lugar y se calma al pensar la cantidad de horas y días que trabajan sin descanso. Lo duro de sus vidas.

Pero dejando a un lado reflexiones más profundas, caminando por Bui Vien te será inevitable tener una o varias conversaciones con los conductores de los cyclos. Te preguntarán sobre tu nacionalidad y nombre, y acto seguido te enseñarán su bien más preciado, su propio TripAdvisor. Se trata de una libreta donde algunos turistas han escrito algo sobre los servicios que ofrece el conductor de turno. Son valoraciones sinceras y reales, por eso no tienes que desconfiar. No te sorprendas si la página que te ofrece a leer en tu idioma, describe al buen señor como bastante  pesado o que habla demasiado y es un poco liante. Aunque también cuentan que cumplen con lo acordado y están satisfechos con el tour ofrecido. Son esas cosas de la picaresca turística y los idiomas.

No importa lo lejos que estés, que los motoristas llamarán tu atención en cualquier esquina. Ponen sus puños en posición de conducir una moto y giran el puño de su mano derecha como si la acelerasen. Te están ofreciendo sus servicios. Suelen ser bastante amables e imprescindibles en algunas ocasiones. Te pueden llevar a cualquier lugar de la ciudad a precio de taxi con aire acondicionado, así que hay que regatear. Eso sí, siempre tienen un casco para ti, aunque sea de Hello Kitty y por supuesto, de color rosa. Tampoco te extrañe si durante la ruta te llega un cierto aroma gástrico a alcohol. ¿Quien no desayuna con un poco de vino vietnamita de arroz?

Los centros de masaje -y todo su personal en pleno- te ofrecerán los panfletos con sus ofertas. Alguna -más insistente de lo habitual- te agarrará incluso del brazo e intentarán retenerte mientras te relata el catálogo. Nada que ver con las malas caras de Camboya en el night market o en Puket en Tailandia. Aquí ante todo, una buena sonrisa.

Toda esta gente, por regla general, padece de muy poca memoria. No importa si acabas de pasar por delante y les has dicho que no, que volverán a la carga. Una y otra vez. El día que estás de menos buen humor, es posible que hasta se te escape una mala cara. Ignorarlos es una opción, pero se me antoja antipática y poco amable. Es cansino, muy cansino pero eres tú el que has venido al barrio y no ellos los que han ido a tu casa, así que hay que aguantarse. Ellos estaban aquí primero.

 

 

 

 

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