En el primer mundo estamos acostumbrados a que las cosas sean automáticas, mecanizadas…y en cierta manera frías. El otro día, al ir a la feria en conmemoración del aniversario del Sultán de Yogyakarta (eso dicen) me topé con una feria diferente. Muy humana, muy orgánica. Tanto que en algunas de las atracciones, prescindían totalmente de los medios mecánicos para funcionar. La fuerza humana y una buena dosis de adrenalina sobraba para hacer pasar un buen rato a los que se animaban a subir a aquel chisme y también, a los que más prudentes, nos quedábamos embobados mirando cómo la hacían funcionar desde la barrera.
El chisme infernal no es más que un banco circular en el que la gente se sienta mirando al centro. El plato (lo llamo así por su similitud a la atracción que conozco) está suspendido en un punto central, y de esta manera, se le puede balancear mientras gira.
Pero hacer girar un chisme metálico se puede hacer de muchas maneras y los chicos de esta atracción se ganan su sueldo bien ganado. Adornan el impulso que le dan con acrobacias, piruetas y saltos. El resultado es increíble. Ellos, sucios, desaliñados y con aspecto gamberro (como no puede ser de otra forma en un feriante) sudaban cada rupia de las 8.000 que cobran a cada cliente.
Lo más curioso de todo es que había varios aparatos de estos, pero sólo este, era explotado con tanta gracia y atrevimiento. El resultado era obvio y mientras el resto tenían sus problemas para llenarlo y ponerlo en funcionamiento, este, no paró en toda la noche. Siempre lleno.
En el vídeo puedes ver bien de lo que se trata y las piruetas que hacen para ponerla en marcha. Todo un espectáculo…
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