En su día ya te conté que la crisis de los cuarenta me estaba apretando desde ya hacía tiempo. Será eso o no, el caso es que me embarqué en esta interesante e intensa aventura: 3 años sabáticos. Estoy de viaje de forma indefinida, hasta que me canse. Tres años enteros para viajar y replantearme mi vida. Sólo con un objetivo marcado desde el principio: No dar la vuelta al mundo.
No estoy viajando para visitar lugares y tacharlos de la lista. Ni para coleccionar sellos en el pasaporte ni batir ningún récord de millas recorridas en avión. No visito países en siete días. Viajo con la calma. Con la tranquilidad de no tener un planing preestablecido ni las prisas que te da un calendario. Vivo en los sitios más días de lo necesario para visitarlos. Lo hago para observar, para conocer lo que allí sucede. Para entrar un poco en las vidas de las personas a las que les toca ser mis vecinos durante unos días o unas semanas. Todo está bien. Tanto si visito a fondo un lugar como si no visito nada del lugar. Disfruto de donde estoy y no sólo de las atracciones turísticas. Me dejo sorprender por lo que me encuentro. Viajo sin tener que cumplir las espectativas de nadie, ni tan sólo las mías.
Más que un viaje turístico (que también) está siendo un viaje personal. De conocimiento y crecimiento en muchos sentidos. Me estoy conociendo mucho más y tengo que reconocer que me empiezo a enamorarme de mí mismo. Por supuesto tengo mis crisis. Las habituales por el hecho de viajar en solitario, también el cansancio en según qué ocasiones y algún que otro incidente. Todo esto es también parte del viaje. De todo se aprende.
Tras 7 meses de viaje
A estas alturas del viaje, sólo he recorrido parte de Indonesia, Malasia, Singapur, Camboya y Vietnam. Poca cosa si lo miramos desde el punto de vista del número de países. Una inmensidad si lo vemos desde el punto de vista de las experiencias vividas, la gente conocida y el aprendizaje personal. Todo eso pesa mucho más que el número de países recorridos. Sé que a este ritmo quizá no llegue a salir del sudeste asiático, o que quizá no llegue a India o Sri Lanka como quería en un principio. Si no llego, por algo será. Otros lugares y experiencias habrán requerido mi tiempo.
Otros que hacen lo mismo que yo, andan de un lado para otro para aprovechar al máximo su tiempo, como si se les acabara y les fuera la vida en ello. Y no es que sea malo. Pero yo prefiero el slow travel y seguir el dictamen de lo que me pide el cuerpo. Si me apetece estarme un mes en Singapur, estoy un mes en Singapur. Por ahora no tengo prisa ninguna.
Diario de viaje
Por ahora no he sentido la necesidad de escribir un diario más personal del viaje. Sincéramente, es una tarea muy esclava y si hay que hacerlo, hay que hacerlo bien. No descarto empezar a hacerlo. Pero porque me apetezca, no porque necesite hacer auto terapia explicando los aspectos más personales del viaje. No lo necesito. Este hecho me ha sorprendido en este viaje. En ocasiones anteriores, siempre he sentido la necesidad de ir escribiendo el día a día. Apuntar todo lo que me sucedía y llenar las libretas de anotaciones a veces indescifrables. Como si necesitara compañía o alguien a quien contarle las cosas.
Ahora me siento acompañado conmigo mismo. Me cuento las cosas en cada momento y las discuto o medito sin necesidad de escribirlas. Será que estoy vago para hacerlo, o que he llegado a algún punto de madurez que me permite prescindir de hacerlo. Creo que es la primera opción, pero quién sabe.
Quizá esté encontrándome a mí mismo en este viaje…
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