El otro día tenía una hora libre a la hora de la comida, y aunque era ya un poco tarde, no había comido. Tampoco tenía mucho hambre, pero me apetecía picar alguna cosa. Hacía días que tenía echado el ojo a uno de esos restaurantes que se ven finos desde fuera y que tienes ganas de probar. El «Paco Meralgo» (nombre del que no me di cuenta de verdad de lo que significaba hasta días más tarde…) es según su logotipo una  «Alta taberna». Bueno quizá sea por sus taburetes altos. Yo por ahora, y en base a mi experiencia, no lo tengo tan claro que sea tan alta.

Alta TAberna Paco Meralgo

Alta Taberna Paco Meralgo.

Entré en la alta taberna, con la esperanza de pedir un plato o tapa y una copa de vino sin más. El restaurante da buena impresión y aunque el formato de mesas y taburetes altos para comer con dolor de espalda no me acaba de convencer, también entiendo que para reunirte con unos amigos y picar algo pues también puede servir. El caso es que me planto delante de la barra y de los tres camareros que están atendiendo ninguno me hace caso. «Deben ir saturados» pensé. Pero el restaurante no estaba en abosoluto lleno. Finalmente y tras forzar el contacto visual con uno de ellos le pido para sentarme y me dice que en la barra. Yo soy de los que pienso que comer en la barra bajo unos focos infernales en menos de medio metro cuadrado, por muy alta taberna que fuera, no es de lo mejor que se puede pedir. ¡Tenian todo el ventanal de fuera vacío! Pues le pido amablemente si puedo sentarme (también en la barra) pero del ventanal que da a la calle, porque hay más claridad y prefiero luz natural. El camarero que me atiende me dice que lo va  a preguntar y al poco llega otro camarero. Me pregunta:

«¿Para comer uno?»

– «Sí» – le digo, y me suelta: «aquí en la barra mismo».

Ante mi perplejidad e incomprensión ante tan paradójica situación, le repito amablemente que le había pedido a su compañero comer en la barra de la ventana, que quiero luz natural. «ah ya bueno espera que pregunto». ¡¡¿a quien?!! A los treinta segundos y ya casi pensando en marcharme vuelve el camarero y me dice, tal cual, sin complejos:

«¿Para comer uno?»

«Sí» – le respondo con una cierta sensación de dejà vu.

– «Pues ya puede sentarse aquí mismo en la barra».

Y se quedó tan ancho. Yo puedo ser algo exigente con el servicio de según que tipo de establecimientos, pero que me intenten tratar de estúpido, pues no. Intentando mantener la calma, le pregunto al camarero que qué parte de «quiero sentarme en la ventana» no ha entendido y que si hay algún problema me marcho y se acabó. Finalmente, me dan asiento en la ventana. Parece que les estoy haciendo un favor al venir a comer aquí. Desde luego a estas alturas ya sé seguro que no voy a volver.

Bueno, pelillos a la mar, voy a pedir. Me decido por una ensalada Paco Meralgo, que como suele ser, se trata de una ensalada con algo diferente, que les caracterice. ¿Su ensalada estrella quizá? Para estar seguro de con qué me van a sorprender, le pido al camarero que me cuente lo que lleva la tan especial ensalada. Y me cuente, tal cual «Lechuga, cebolla, un trocito de bentresca, huevo duro y una judía verde». ¿Eing? ¿he oido «una judía verde»? Quiero pensar que ha sido un desliz de dicción del camarero. Un fallo lo tiene cualquiera.  Pido la ensalada sin cebolla por eso del trabajo y la digestión y una copa de vino blanco bien frío. Me la traen al poco rato, y efectivamente, la ensalada de la casa les define e identifica en su esencia, y muy bien. Simple, sin gracia, pretenciosa en el nombre y sosa en el contenido. Ciertamente: una simple y huérfana judia verde cocida debajo del montón de cebolla que había pedido no me pusieran. Han pasado de mi petición.

En resumen, 10 euros y pico por un mal servicio y una simple ensalada. Espero que el resto de tapas estén más curradas, porque no me da la impresión de ser este un restaurante donde pagas mucho por nada.

La anécdota del momento, y que le dió un poco de salsilla al asunto, es que casi al irme, me di cuenta de que en la mesa de al lado estaba sentado Pedro Almodóvar con su hermano y un par de personas más. Es curioso, son idénticos, sólo que uno tiene pelo y el otro no. Me hizo gracia verlo en persona y orile hablar. Me alejé un poco para sacarle una foto discretamente para inmortalizar el momento. El camarero le interrumpió los postres para pedirle un autógrafo. Debe ser un fastidio que te hagan eso continuamente.

¡¡¡Pedrooooooooooooo!!!

¡¡¡Pedrooooooooooooo!!!

Bueno, esta fue mi experiencia, seguro que otros la habrán tenido más positiva, pero yo, no repito.

 

[OA-Barcelona]

 

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4 comentarios

  1. 14 noviembre, 2012 a 2:56 — Responder

    Jejeje…..increible como de una simple ensalada se puede sacar un relato tan desternillante jejeje.
    El sector servicios en Barcelona y en general en España da…grima (por decir algo).
    Saludos

  2. Juanio
    14 febrero, 2013 a 1:20 — Responder

    Efectivamente, yo tuve una experiencia similar. En el servicio van a destajo. Es un restaurante de «rotar» clientes. Pedimos varias tapas y la calidad iba de media a mediocre (algunas de las tapas y raciones son calcadas a las del restaurante Barceloneta, pero en este ultimo me parecen mejores y mejor rcp). Las vieiras, carisimas e incomibles (puro chicle). Como bien dices, nosotros decidimos despues de pasar repetidas veces por delante y verlo siempre a tope. Desde fuera, curioso, tiene mejor pinta que desde dentro.

  3. Juanio
    14 febrero, 2013 a 1:21 — Responder

    Eso si…los guiris (viendo comentarios por la web) de meten las tapas del paco meralgo, dobladas y les parece el mejor despues de la cocacola…

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