Alojarse en un hostel en Singapur y conocer a un tipo que vive a caballo entre esta ciudad, Johor Baru (Malasia) y Londres y que acabes encontrándotelo de casualidad en Penang (en la otra punta de Malasia), puede parecer complicado, pero pasa. El caso es que tras encontrarnos de nuevo, me acabó invitando a vivir con su familia la celebración Hokien del Pai Ti Kong, el ritual de agradecimiento al dios del cielo que se celebra el noveno día del año nuevo lunar.
Como en la celebración del año nuevo chino, el evento es bien sencillo. Reunión familiar para rezar y mostrar los respetos, cenar, ofrendas y beber. Sin mucho orden ni ceremonia. Los chinos es lo que tienen, que son prácticos hasta para las celebraciones religiosas.
Empezamos el recorrido por la casa de la abuela de Vic, que no habla inglés, pero se ríe mucho. Allí, sobre las 11 de la noche se prenden los inciensos, se muestran los respetos ante el altar y se reza. Todo dura apenas 4 minutos. Luego dos enormes tracas de petardos colgadas en el tendedero de la ropa y listos para la siguiente parada: la casa de los tíos de mi anfitrión.
Lo primero que me encuentro es con una fantástica mesa de ofrendas dispuestas frente al altar exterior de la casa. Las ofrendas no se comen para la cena, sino que se reservan para la madrugada o la mañana cuando el estómago pide algo más que la bebida.
Me sorprendió que aquí (Malasia) con una importante población china, también está prohibida la pirotecnia. Algo absurdo (al igual que la regulación europea) que por supuesto, los chinos como los españoles, nos saltamos a la torera. Eso sí, con cautela por si aparece la policía malaya, porque el año pasado el dueño de la casa acabó en comisaría por tirar cohetes. Tema que se solucionó cuando el comisario (chino) vio quien era y tal como entró, salió. Y es que los chinos se conocen todos entre sí. Algo que no sucede con los malayos, que por cierto se llevan bastante mal con los chinos y viceversa.
La cena es quizá lo menos importante de la celebración. Por turnos y sin demasiado ritual cenamos en una steam boat. Es como una cacerola que se llena de sopa y se pone a hervir. Ahí se mete de todo y al rato se pesca con unos cucharones y se come con los palillos. El secreto es no echar caldo en el bol o seguro que acabas salpicando a la concurrencia. El surtido es enorme. Cantidad de cosas que ni sé lo que son. Algunas muy ricas. Una delicia para los que nos gusta picotear de todo.
Antes y después de la cena se preparan las ofrendas. Papeles que simbolizan dinero y oro se doblan y grapan entre sí formando estructuras decoradas con cintas rojas. Es toda una ceremonia montarlo de forma correcta, aunque sea luego para amontonarlo todo y quemarlo. El significado de esto no es otro que hacerle llegar al dios del cielo el dinero y agradecerles la buena fortuna que se tiene. También para que éste les bendiga con más fortuna y buenos augurios, ya de paso.
En la calle se forma una montaña con los papeles. Cada hoja se dispone de una forma determinada. Cada papel plegado de una forma distinta. Todo tiene su significado. Sobre la montaña de dinero, se dispone un traje de papel para el dios del cielo. Botas de cartón incluidas.
Finalmente se coge fuego del altar en el que se han hecho los rezos, y se prende fuego. Las oraciones y fortuna suben al cielo y llegan al dios. Hermoso de ver cómo la familia disfruta y reza mientras el fuego devora rápidamente los papeles.
Después de este ritual, parte de los invitados se concentran en dar cuenta de las reservas de bebidas compradas para la ocasión. Es normal que las celebraciones familiares chinas acaben de este modo y que sea difícil (por no decir imposible) seguir el ritmo de estos expertos bebedores. Yo intento engañar -sin mucho éxito- al dueño de la casa (y encargado de mantener todos los vasos llenos de bebida en todo momento), echándole hielo pilé a mi vaso de whisky cada dos por tres.
En la mesa hay una buena mezcla de comensales. Una pareja india que viven sin Singapur, malayos del vecindario, musulmanes (que beben sólo fanta), chinos y yo, que no me entero de la misa la mitad pero que me lo paso teta. Los chinos brindan por todo en todo momento. Si te digo que en toda la noche habremos brindado unas 50 ó 60 veces…
La conversación va y viene entre el mandarín, el hokien y el inglés. Aunque la verdad es que los chinos de Penang mezclan las palabras y meten el malayo, el inglés, el mandarín y el hokien en la misma frase. Un follón. Incluso los vecinos que apenas hablan inglés se arrancan a practicarlo (gracias a los beneficios de las bebidas espirituosas, claro) y brindamos por la sorprendente mejora lingüística del señor. Las risas están aseguradas.
La bebida se acaba (por suerte) a las 8:30h de la mañana, cuando pasa el camión de la basura. Así que sin nada más que pimplar nos hacemos la foto de despedida y disolvemos la fiesta. Claro que la foto sale torcida como no podía ser de otra forma…
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