El brunch, por definición no deja de ser un desayuno comida a deshoras que cada uno se apaña como mejor le conviene. Si bien hay quien lo ofrece a media mañana y bajo el concepto de buffet libre para ir sirviéndose a medida que te apetece, otros se decantan por otro modelo. Eso sí, sólo en domingo como marcan las buenas costumbres.
El restaurante Arola, del reputado chef Sergi Arola (dos estrellas Michelín), opta por la fórmula del menú degustación. Muy válida y muy bien resuelta en mi opinión.
Situado en el Hotel Arts, en la villa olímpica de Barcelona, frente a la playa. Allí se levantan dos impresionantes edificios de acero y vidrio que forma parte del skyline más fotografiado de la ciudad. El restaurante Arola, abre además en primavera y verano, su terraza para poder disfrutar allí también de este magnífico brunch. Adaptado para las familias, los niños pueden también jugar a ping pong o al futbolín, mientras los adultos se alargan más en la degustación de los platos y la DJ ameniza el ambiente con su música y cara de pocas alegrías.
El brunch que ofrece el restaurante Arola tiene dos opciones. Depende de lo que te guste comer. Si prefieres, puedes elegir un menú completo formado por cinco platos (60 € para los adultos) o dejarlo en cuatro platos (52 €). En ambos casos una copa de vino incluida. Los niños tienen menú especial por 30 €.
Ya que estábamos puestos, elegí el menú completo. Oportunidades como esta no se presentan cada día y estaba seguro (como se acabó confirmando) de que Arola no me iba a decepcionar.
Para ir abriendo boca, mientras te decides con el menú, te ofrecen una tabla con panes, mermeladas, aceites y croissants. Para ir picando.
Como entrante sirven también una tabla de embutidos, quesos y ahumados. Lo mejor el queso con hierbas. Un equilibrio perfecto entre el sabor del queso y los aromas de las especias.
De segundo me decanté por una coca de boquerones con hortalizas escalibadas y albaricoques. Muy rica. Los boquerones en su punto, sin estar fuertes de sabor ni aderezo. Las salsas que lo acompañaban un poco suaves para mi gusto y a las hortalizas les faltó un punto de sal. Pero en conjunto una gran combinación de sabores con una textura muy agradable.
Para seguir, y no perder las buenas costumbres de todo buen brunch, no dejé pasar la oportunidad de tomar un huevo poché al estilo benedict. Pero nada de un huevo poché sin mas. Huevo Benedict con papada de cerdo confitada y foie gras. Una delicia. Es evidente la mano del maestro Arola en estos platos. Otra variante del huevo se presenta en forma de huevo cocinado a baja temperatura con flan de espinacas y aceite de vainilla y champiñones.
Para el cuarto plato tienes para elegir entre arroces, fideuás, carnes y pescados. Es el plato principal, por así decirlo. No me pude resistir a merluza cocinada a baja temperatura con judías salteadas y vinagreta de remolacha. Uno de esos platos espectaculares que ni sueñas imaginarte hasta que te metes el primer bocado en la boca. El punto del pescado impresionante y el crujiente de las judías, espectacular. La remolacha que parecía aportar sólo una nota más de color al plato, acaba redondeando los sabores y texturas en la boca. Un plato extraordinario sin duda.
Y para finalizar, como no puede ser de otra manera, los postres. Es hora de poner en marcha ese segundo estómago que todos tenemos para los postres y disfrutar del buffet de postres de Arola. Una estupenda colección de confitería preparada para los más golosos. Me quedo con la crema con mermelada de naranja y carquinyoli. Repetí varias veces.
Lionesas y tartaletas esculturales en el aparador y muy ricas en el paladar. Psotres suaves y ligeros, perfectos para finalizar una copiosa comida y no recargar demasiado el estómago. Sin duda un gran trabajo en la cocina de Sergi Arola.
El pero fue el estropicio que se formó en el aparador. Para servirlos, nada más y nada menos que unas incómodas y desafortunadas pinzas de servir pasta. Lo que provocaba que algunos comensales espachurraran las lionesas y tartaletas antes de poder depositarlas en sus platos. Eso si antes no habían perecido (las pobres tartaletas) desparramadas por el camino. ¿No sería más práctico una pequeña espátula de pastelería? Y platos limpios también, por favor.
Para acabar, tampoco descartaría un cambio en el uniforme del personal de sala. Los pantalones anchos y sobaqueros de líneas rectas con tirantes y camiseta, no hacen más que sugerirte la falta de una nariz roja de clown y una peluca de rizos para completar el conjunto. Los camareros se dan cuenta y lo saben. Se les ve incómodos con su indumentaria y eso se transmite. Una lástima, porque trabajan muy bien.
A parte de los aspectos mejorables (que siempre los hay) la experiencia gastronómica global es extraordinaria. Un gran menú y un buen trabajo a la altura de lo que se espera de un dos estrellas Michelín. Si alguna vez te quieres dar el gusto, ya sabes, el brunch de los domingos del restaurante Arola en el Hotel Arts de Barcelona es el sitio.
3 comentarios
Madre mía!! (y no digo más)
Saludos
jaja Gildo, deberías probarlo!!
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