Aunque cuesta enfrentarse a la realidad, hay que coger el toro por los cuernos (o santa parte sea dicha) y aceptar la magnitud de la tragedia. Era hora de que los expertos evaluaran los daños sufridos en los edificios del hotel tras el terremoto del pasado 5 de agosto en la isla de Lombok.
Primero vino un contratista francés afincado en Lombok cuyas referencias no eran muy buenas, pero fue el primero que se puso a tiro y no perdía nada por hablar. Su dictamen: hay que tirar el 75% de los edificios y rehacerlo todo. ¡¡¿Perdona?!! Puedo comprender que el edificio de la cocina (de dos plantas) con una estructura dañada, sugiera tal cosa… ¿Pero la primera planta completa del segundo edificio? ¡Me niego! Bueno, también es cierto que la planta superior del edificio principal tiene reventada una columna y las paredes con grietas que parecen la falla de San Andrés en California, ¿pero tirarlo todo abajo?… Me olí que lo que buscaba el tipo era el negocio fácil, y no la solución. Decidí buscar otra opinión.
Así que tras el primer dictamen hablé con Luke, un contratista australiano que vive en la isla y está revisando todas las casas Gili Air de forma desinteresada ya que no tiene negocio de construcción aquí, sino un centro de buceo. Se pasó por el hotel para dar su opinión. Su dictámen me gustó más. Más razonable. Intento encontrar una solución que sea viable económicamente y a la vez segura. Una cosa es, «ok la cosa está complicada, pero tiene solución», como me ha dicho Luke y otra cosa es «tíralo todo abajo que yo te lo construyo de nuevo».
Aunque Luke ve factible una solución «sencilla», me recomienda buscar con un ingeniero que entienda más en profundidad sobre estructuras y sus dinámicas. Y al poco (las cosas llegan en el momento más oportuno) los amigos que me cuidaron en Ubud (Bali) después del terremoto, me ofrecierion hablar con Andreas. Es un Ingeniero Civil alemán que tambien, al igual que Luke, tiene un centro de buceo en Bali. No sé qué pasa en la profesión de la construcción que acaban todos buceando por estos lares…
El ingeniero alemán
Andreas llegó al fin un tanto maltrecho (tras dislocarse el hombro unos días antes en Bali) pero llegó. Su dictámen (mucho más optimista que el del francés pesetero) fue, que aunque la estructura del edificio de la cocina (2 plantas) está dañada, no amenaza derrumbarse. Lo que fue un gran alivio. Eso sí, hay que reforzar las 9 columnas que aguantan el edificio porque han sufrido bastante y hay 2, especialmente tocadas. Columnas de acero adicionales, hormigón armado… cualquier opción es buena, pero hay que encontrar alguien que sepa hacerlo correctamente. No es trivial.
La cocina por dentro hay que rehacerla entera. Lo que ha quedado en pie habrá que tirarlo en parte para poder introducir las nuevas columnas y el resto hay que tirarlo porque el terremoto ha destrozado las paredes… Poco se va a poder conservar.
En el piso superior del edificio principal, la habitación que íbamos a abrir en breve si no llega a pasar el terremoto (y que yo creía tenía fácil solución) cambió la cara de Andreas. «Wooow! this is serious man!» me dijo. Me hubiera gustado hacer una foto de su cara mientras inspeccionaba la columna partida por la mitad, la grieta de la pared y el ventanal de madera maciza (que debe pesar una barbaridad) desplazado y desencajado con los clavos de 15cm arrancados como si fuera de cartón piedra y mondadientes.
Básicamente el problema es que la columna está cortada por la mitad y la pared sobre la que descansa el tejado, está inclinada hacia el exterior y amenaza caer al piso de abajo. Si se cae me destrozará el tejadillo sobre el jardín, sin contar el peligro que esto supone si andamos por ahí. Así que para repararlo hay que hacer una movida del quince. Devolver el ventanal a su posición original (desmontando previamente los cirstales templados de las ventanas) y apuntalar el tejado para evitar tener que desmontarlo. Todo eso en una segunda planta. Un pitoste.
Por suerte, el ingeniero ha confirmado que la habitación con piscina privada (en la planta baja del edificio principal) no tiene grandes daños y la estructura está en buenas condiciones. Que no se explica como no se ha hecho trizas el falso techo de la habitación pero que eso indica que la estructura es muy fuerte. La piscina de la habitación mantiene el agua, por lo que no parece haya sufrido daños estructurales. Esta será la primera habitación que podamos abrir al público en cuando hayamos podido arreglar (o al menos asegurar) la habitación del piso de arriba. No es mucho, pero es un rayo de esperanza. Por ahora la vamos a usar como almacén.
El pórtico de la piscina grande, ha cedido con los últimos temblores y también está inclinado unos 8-10 grados. Los cimientos, aunque profundos han fallado debido al peso superior de la estructura. Volverlo a poner en su sitio (dice Andreas) es casi imposible, porque no hay puntos de apoyo sólidos para tirar de él. Así que quedan sólo dos opciones. Demolerlo o construir nuevas columnas con cimientos más fuertes alrededor para que las columnas originales no sigan cediendo. No me gusta ninguna de las dos opciones. Una por la cantidad de residuos (y dinero) que provoca y la otra porque estéticamente va a ser un churro.
La porción de pared que aun queda en pie (del muro que cubría el fondo de la piscina) tiene miga también. Está inclinado hacia atrás unos grados, pero no es muy estable y amenaza con caer. Opción 1, demoler. Opción 2, poner contrafuertes detrás con cimientos nuevos para que no termine de caer. Al estilo edad media, vamos.
El cuarto de bomas y filtros de la piscina grande está todo caído a excepción de una pared. Lo peor es que debajo de los escombros están las bombas y probablemente esté todo roto. Cuando levantemos los escombros sabremos el daño causado. Lo dejamos para otro día porque ya han sido demasiadas emociones.
Cansado y con una media sensación de alegría por saber la magnitud de los daños, pero profundamente procupado precisamente por eso, aprovechamos que Andreas está en la isla para revisar otros edificios. Lamentablemente, la mayoría de ellos tienen que ser demolidos. Termino el día con la cabeza saturada de datos, estructuras, opciones, de pensar en todo lo que hay que decidir hacer (que luego hay que hacer) y sobretodo, lo que más me preocupa: ¿de dónde saco yo el dinero para pagarlo?
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