Elegir los tres mejores de algo es siempre una tarea arriesgada. Sobretodo en cuestión de paisajes porque para gustos colores. El momento, la hora del día y la climatología condicionan mucho en cómo percibimos cada uno un mismo paisaje. Pero sobretodo, es la actitud ante él lo que nos hace quedarnos con una imagen ideal y fija de algo que nos maravilla: el paisaje perfecto.

En cualquier viaje hay mil imágenes, mil paisajes que describen una experiencia. Pero siempre hay alguno que se te queda fijado en la mente como un instante especial. No sé exactamente porqué, pero yo tengo dos de esos paisajes perfectos de los que me acuerdo muchas veces. Cada uno de ellos ligado a una experiencia totalmente diferente y única. El tercero, lo he vivido hoy mismo, en Vietnam.

Es imposible decir cual de ellos es el mejor. Cada uno de ellos es una historia, unas emociones y experiencias diferentes.

Para ubicarte, te cuento que el primero corresponde a un amanecer visto desde la isla de Bolilanga, en el archipiélago de las Islas Togean (en la isla indonesia de Sulawesi). Una de esas imágenes que están a punto de pasar desapercibidas si no es porque -sin saber porqué- se te ocurre girarte y mirar a tu espalda.

El segundo paisaje corresponde a un pedazo de tierra indeterminado entre el pueblo de Honningsvag  y Cabo Norte en la Laponia Noruega. Aproximadamente sobre la una y media de la madrugada, con un sol de media noche espectacular que realza los colores hasta casi convertir el conjunto en una miniatura de juguete.

Y por último -el paisaje de hoy- es una vista de Tom Coc, una zona montañosa cerca de la ciudad vietnamita de Ninh Binh que es famosa por sus canales y arrozales entre montañas cársticas tan características del norte de Vietnam. El silencio absoluto y la visión perfecta después del esfuerzo de subir una montaña, ha hecho del momento -el paisaje- algo perfecto.