Día 6

Madrugón a las 6 de la mañana para que no se diga que llego tarde al bus que me tiene que llevar a la Gran Muralla China. Como en el día anterior, nadie sabe nada, y me doy cuenta de que no es un tema de horario, si no de que desde allí (la absurdamente llamada Estación Turística de la Gran Muralla China Jingshailing), no sale autobuses hacia la Gran Muralla. Es un oxímoron de la cultura china que se esacapa a mis entendederas…

Entro dentro de la estación de autobuses y llamo a la casa de huéspedes a la que tengo que ir (que en realidad es un restaurante) y me indican el bus para ir hacia otra población y que luego ellos me recogerían allí­. Sin problemas, una hora y media que aprovecho para dormir y allí encuentro a mi contacto. Por fin me muevo.

El coche lleva el karaoke puesto, aunque Deivid (el nombre inglés que se ponen los asiáticos para que les podamos llamar de alguna forma) repite una y otra vez la misma canción. Tanto repetirla no sé si es que me he aprendido el estribillo o es que la había oído con anterioridad. Se me acaba por pegar y la repito mentalmente hasta la saciedad.

Llegamos justo al restaurante-casa de huéspedes, para zamparme unas empanadillas cocidas de carne y hortalizas que se me repiten durante toda la tarde, aunque las 25 me saben a gloria porque no había podido desayunar y eran ya las 12 de la mañana. Deivid tiene que irse al cumpleaños de su madre, en el pueblo y me deja allí solo en medio de la montaña. Él me había indicado con un gesto y un gruñido al más puro estilo chino, que a la derecha estaba el toilete, y yo vi un terraplén justo donde él indicaba.

Me extrañó pero pensé, como estos chinos son tan poco pudorosos en cuanto a la toilet, igual ni tienen váter. Qué rústico, yo. En cuanto me quedé solo, aproveché para hacer mis cosas en la intimidad. La pendiente me obligaba a ponerme de espaldas a la muralla y mantener el equilibrio. Realmente , es una forma muy poco elegante de mostrar mis respetos a la muralla, que quedaba a mi espalda. Y allí, mostrando mi nalgamen, terminé la faena con miedo de caer de espaldas por la pendiente. ¡Mira que son raros estos chinos!

Más tarde, al salir a pasear, encontré un poco más adelante lo que de verdad era el váter. Pues eso una caseta con un váter. Me morí de vergüenza, aunque estaba solo. Qué forma más tonta de hacer el ridículo. ¿Y si me hubiera visto el dueño? Corrí a la cuesta para tapar y echar tierra a mi tarjeta de presentación e intenté no dejar rastro. Un momento lamentable, lo reconozco.

Iba a estar solo allí perdido en el c… del mundo, para recorrer aquel sector de la muralla, pero al final no. Un matrimonio joven se añadirían y luego otras dos chicas más; todos del país de los enfants de la patrie. La verdad es que me alegré, porque hemos hecho buenas migas, y al compartir todos el mismo refinado y cuidado acento de Cambridge, logramos entendernos a la perfección. Fue como un reencuentro familiar de personas con habilidades lingüísticas similares pero con la voluntad de reirte una gracia sin haber entendido una puñetera palabra de lo que has dicho. Y eso se agradece, aunque no me atreví a contarles de qué forma había inaugurado el jardín del propietario…

Por la tarde, después de las cuatro, entramos en la Gran Muralla China, en la parte Este. Por fin iba a tocar y sentir ese sector de la Gran Muralla China: Simatai. La pendiente llega al 70% y Sophie, la mujer de Renaud (como los coches pero con D al final) está embarazada. Qué sofoco… la pobre.

El atardecer y aquellas piedras en ruinas nos hacen sentir el espíritu de la Gran Muralla y las disfrutamos en la soledad y el silencio.

Al regresar nos cruzamos con una araña enorme que estuve apunto de llevarme por delante con la tocha, aunque yo no me di cuenta hasta que Sophie me aviso. Luego Deivid nos confirmó que no era peligrosa. Pero también salía el autobús de la dichosa estación de autobuses y mira.

Cenamos los 4 franceses y yo, mientras los mosquitos también cenan con nosotros. Deivid, con su limitado inglés, pero con la mejor de las actitudes a sernos útiles nos planifica un liviano desayuno a las 4 de la mañana e intenta cerrar el tranporte para la vuelta a Pekín. Sin aclarar cómo ni con quién volveríamos, pasamos el rato entre risas y mosquitos. Ante la duda, la frase No problem lo sentenciaba todo. Seguro que alguien estaría al final nos estaría esperando. Qué diferencia con la actitud de los pekieneses (los habitantes de Pekín, digo).

Día 7

Desayuno a las 4 de la mañana, ni pronto ni tarde, para que no se diga. Sophie, la chica en estado de buena esperanza, no ha dormido nada. Su cara es un libro del mal estar ilustrado a color. A las 4:30h estamos encima de la Gran Muralla. La neblina lo cubre todo y las nubes nos dicen que de ver salir el sol, nada de nada. Pero nos da igual, porque el espectáculo de las montañas, la niebla y la muralla es excepcional.

 

Lo único que tenemos que hacer es superar la torre 10 antes de las 7:30 de la mañana, por si establecen un control de acceso. Cosa que a veces pasa. Un cierto estrés sí que nos da, porque las torres no están numeradas y no se distinguen entre torres y torreones, así que símplemente vamos avanzando y a ver qué nos encontramos.

El paseo es sensacional y el silencio y la niebla nos hacen disfrutar tal y como esperábamos. El matrimonio de franceses (el de la chica embarazada) les hacen un regalo de boda a unos amigos suyos grabando un vídeo con una camiseta de ellos mientras bailan como locos (sin música, claro) y yo les grabo en vídeo. Están locos estos franceses… Yo, saco a Carmele de la mochila (una muñeca vestida de gitanilla que había comprado previamente en Sitges una hora antes de salir hacia China) y la planto en la muralla para dejar constancia de la gesta. Los franceses todavía se parten ante semejante tontería. Y no lo niego, la estampa es bien absurda.

Llegando a Jingshailing (el sector más turístico) empiezo a encontrar vendedores de bebidas y souvenirs. Una señora se lo gana con simpatía y le compro una supuesta cerveza fría (que en realidad está a una temperatura cerca a la de una sopa templada) y que me bebo con ella a las 8 de la mañana. No son horas para cervezas, pero es que si no uno no se socializa con los locales…

Jingshailing es mucho más turístico y lo reconocemos por la fauna que empieza a hacerse sentir. Multitud de turistas asiáticos que a grito pelado se comunican entre ellos entre torres de la muralla. El mito de que los italianos son los que más chillan es una birria. Los chinos ganan por goleada. Qué se le va a hacer.

Han sido 14 kilómetros sensacionales y aunque estamos cansados ha valido la pena. Ha sido una de las mejores elecciones que hemos hecho. En esta ocasión, ir a la contra de las corrientes turísticas, ha tenido su recompensa.

Volvemos a MiYun en el coche de Deivid y acabamos con los pelos de punta al ver la cantidad de infracciones de circulación que se pueden hacer en tan poco espacio de tiempo. Adelantar por la derecha o la izquierda se confunden como las líneas continuas o discontinuas mientras los radares nos sacan fotos a cascoporro. No importa porque las multas no llegan porque el coche está censado en Pekín. Eso sí, el karaoke puesto con esa bendita canción que estoy deleitoso de localizar en YouTube y ponérmela de politono en el móvil.

En Pekín de nuevo, vuelvo de golpe a la realidad cuando 3 de los 4 taxistas a los que pregunto no me hacen puñetero caso para ir al hostel y otros dos intentan timarme cobrándome 6 veces más de lo debido. Al metro y se acabó la discusión.

Una vez allí, ducha y descanso, recojo la ropa que había dejado para lavar y salgo pitando para comprar el billete para el día siguiente hacia Ulaan Bator, en Mongolia, para al día siguiente.

El complejo de pelota de ping pong se acerca bastante al sentimiento que tiene uno cuando te mandan de una ventanilla a otra, de una persona a otra mientras uno tras otro, te repite esa expresión tan pekinesa del nenenenenenenenene mientras niegan con su mano para indicarte que ni flowers de lo que les estás diciendo. Finalmente logro  comprar un billete hasta la frontera  china (ErLian) y confío en que allí logre encontrar el billete hasta Ulan Bator.

En el hostel cuento días y fechas y me siento como un campeón comprobando que me he liado con las fechas y he comprado el billete para un día antes de lo que tenía previsto. Ahogo mi dañado orgullo de viajero experimentado con una cerveza mientras acabo la tarde haciendo la maleta. Pero como siempre, todo sucede por algo, y por algo será que he comprado el billete para la fecha equivocada…

 

 

 

 

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13 comentarios

  1. 10 agosto, 2012 a 15:13 — Responder

    Grandes experiencias las que cuentas… sobre todo el saludo a la muralla! jajaja

    Cuando se puede ir contracorriente del turismo de masas es cuando más tranquilo (por aquello de que hay menos gente) se ven las cosas.

    Seguro que el día de más en Mongolia te vendrá bien para algo :-)

    Buen viaje!!

    • 10 agosto, 2012 a 15:28 — Responder

      Pues Salta, la verdad es que sí me ha ido genial, porque me ha costado un poco cuadrad la ruta de los próximos días. Una lástima porque me ha quedado alguna cosa que quería ver en Pekín, pero siempre sucede lo mejor, y eso lo descubrí al día siguiente, al llegar a la estación de tren. Pero eso ya os lo contaré…

  2. 10 agosto, 2012 a 16:18 — Responder

    Tengo la sensación de que todo el mundo o viaja a la India (yo voy en un mes) o hace el Transmongoliano y me entran unas ganas terriiiiiibles!!!!!

    Muy buenas las experiencias tanto en este como en el post anterior ;)

  3. 11 agosto, 2012 a 1:24 — Responder

    Jajaja, me ha parecido muy buena la historia. Espero la siguiente entrega.

    Un saludo

  4. 29 agosto, 2012 a 9:04 — Responder

    Nosotros recorrimos grandes tramos de Simatai, algunos en ruinas, otros excelentemente conservados, y fue una experiencia genial.

    Todavía me estoy tirando con la experiencia en la intimidad… :)

    Abrazos!

    • 3 septiembre, 2012 a 8:55 — Responder

      Guisante,… vamos que el momento fue lamentable, lo sé… si alguien me huebira visto…

  5. 6 noviembre, 2012 a 9:48 — Responder

    Yo estoy en la ciudad Guilin, aquí cuenta con un paisaje naturaleza muy hermosa. Si tenga la oportunidad, bebería ir a visitarla

  6. Antonella y Nicolás de Buenos Aires
    14 noviembre, 2012 a 11:30 — Responder

    Hola Jotadé!!!
    Nos conocimos en el Eco Hostel del Lago Baikal.
    Queríamos agradecerte habernos contado sobre Simatai Guesthouse.
    Fuimos ahí durante nuestra estadía en Beijing y fue uno de los mejores momentos de nuestro viaje.
    Ahora estamos en Boracay, Filipinas. Seguiremos recorriendo el sudeste asiático hasta principios de enero.
    De nuevo GRACIAS!!! :D
    Te mandamos un abrazo fuerte!

    • 17 noviembre, 2012 a 19:48 — Responder

      Antonella y Nicolás, todavía tengo los bellos de punta al encontrar vuestro comentario en el blog!!! qué grata sorpresa!!

      Me alegro mucho que os hayan servido mis indicaciones sobre Simatai. Siempre pienso que soy un poco pesado recomendando aquello que a mi me ha impactado. Veo que sirve de algo :-) Mucha envidia de saber que andáis por Filipinas. Si váis a Tailandia y necesitáis alguna recomendación, alguna tengo.

      Un abrazo y mucho viaje!!

  7. 6 enero, 2013 a 7:52 — Responder

    Me he muerto de la risa con la situación del toilette improvisado… Cuando nos suceden esas cosas nos reímos de nosotros mismos porque no nos queda otra opción, mientras nos maldecimos por dentro jaja.

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