Día 10

Poco que contar. He pasado el día intentando añadirme a un grupo para salir al día siguiente, pero ninguno me ha convencido. Al final he cerrado la opción Ger To Ger (ir de ger a ger por libre para convivir unos días con las famílias nómadas). Me sale más económico que el tour turístico y la experiencia es totalmente diferente. Paso el día comprando algunas cosas y preparando la mochila con lo que iba a necesitar (o al menos eso creía)

Día 11

Tengo que coger el bus público hasta Karakorum. Me sorprente que ante mi precaución y cierta vigilancia ante los desconocidos, hay varias personas que se ofrecen para ver mi billete e indicarme cual es el bus correcto.

Al contrario de lo que me podría esperar, el autobús está la mar de bien. Limpio, cómodo y con aire acondicionado, que por la temeratura exterior, sobraba.

Me llama la atención las paradas que va haciendo cada cierto tiempo para que la gente se desparrame por el campo y haga sus necesidades. El sentido del pudor es bien diferente al nuestro, sin duda.

A una hora de llegar, para el bus, y me hacen bajar. El chófer ya había hablado con Bob (quien lo organizaba todo) para parar en el lugar donde me estaban esperando para recogerme. Turpish, el padre de la primera familia,  me esperaba allí con su moto para llevarme a su casa. Ahí empezaba la aventura de la vida nómada, y su parte más importante, la confianza y la cercanía. Estar en medio de la estepa, solo y dejar que te suban a una moto y te lleven a no sabes donde, requiere una buena dosis de confianza.

Como es la costumbre, siempre que se visita un ger (la casa tradicional mongola) te hacen entrar y te ofrecen el cuenco de airak del que todos beben. Se trata de una bebida a base de leche de llegua fermentada y batida. Algo, a lo que si no estás preparado, puede resultarte un tanto traumático. Mi mejor baza, fue no olerla, para acostumbrarme al gusto.

A mí me pilló desprevenido y la primera impresión fue de ser algo imbebible. Además me ofrecieron un trozo de queso muy agrio que hacen ellos y la mezcla, fue un tanto explosiva. Mi cabeza iba a mil. Tenía que adaptar mi mente en unos pocos minutos al desorden, a ver cosas negras flotando en mi airak  o los pelos de caballo en el queso que tenía entre las manos. Tenía que ponerme las pilas.

No quería ser desagradable y tuve que hacer el esfuerzo. Si bien, una vez hecho, no me resultó más complicado en el resto de días que estuve entre las familias. Es cuestión de actitud. Al final el airak me gustó y disfruté de el acto social de beberlo como hacen ellos.

Cuando estás conviviendo con una de estas familias, no eres el invitado, ni están por tí. Símplemente estás y observas. No hablan nada de inglés (en alguna familia alguno de los hijos quizá) y toda comunicación va a base de gestos, cuatro palabras o signos universales y muchas ganas de hacerse entender.

Turpish, su mujer y su hija Darima fueron un entrenamiento de 24 horas en la integración de una mente europea a la forma de vida de las familias nómadas de Mongolia. Todo un ejercicio de adaptación del que de tí depende sacarle el mayor provecho.

Por suerte, la primera familia, nada más llegar me hizo partícipe de las rutinas de su día a día. Ordenar las yeguas. No es que me pusiera a ordeñarla yo mismo, pero me enseyaron cómo lo hacían y el trabajo que cuesta, teniendo en cuenta que tienen que hacerlo 5 veces al día.

Como en todas las familias, los niños pequeños son los más curiosos y los que menos dificultades de comunicación tienen con los extranjeros. Jugar es un lenguaje universal que pocas barreras tiene. Una muñeca Barby (un regalo un tanto sorprendente) nos ayudó a empezar a relacionarnos.

Pasar una rato jugando a cartas sin llegar a entender la dinámica del juego para descubrir que sencillamente la niña se inventa la partida por el mero placer de divertirse contigo, no es algo tan ligero de entender. Cuando lo haces, todo es mucho más facil. Y es que estamos acostumbrados a tenerlo todo normalizado, reglado y controlado, y esta gente, no funcionan así.

Las familias, cuando te acogen, te ceden su casa para dormir. Son gers mucho mejor arreglados y limpios que el que usan habitualmente para la vida diaria y como cocina. Se nota en la decoración y porque suelen tener sus altares y recuerdos familiares.

Tras unas horas allí, la cabeza se empieza a relajar y a aprender a no tener nada que hacer, ni decir, porque símplemente no es necesario. Sólo hace falta estar, observar y procurar no intentar ver con ojos europeos. Cosa que no es sencillo.

Día 12

Te despiertas sin despertador, porque ha amanecido hace horas. el desayuno a base de masa frita con nata de la leche hervida de vaca la noche anterior me trasnsporta a mi infancia, cuando mi madre separaba la nata  al hervirla en casa. De cuando la leche era lecha y no una leche, como ahora. Salgo y me enseñan a ordeñar una vaca. Creo que todavía corre por la estepa la pobre…

Tras pasar un día con una familia, ésta te traslada a la siguiente con los medios que dispone. Hubiera querido pasar otro día más con esta, pero ya estaba planificado así. El caballo era en esta ocasión el medio disponible. Una bonita ruta por la estepa de unos 15 kilómetros que se hacen largos desde los 4 porque la silla de montar mongola no es algo a lo que esté uno acostumbrado.

Aun y así, y habiendo perdido el control del caballo por unos minutos corriendo desbocado, lo pasé bien. Un susto sin importancia, más para Turpish que para mí.

La segunda familia, era diferente. Más acomodada y habituada a recibir visitas. Una de las hijas con cierto conocimiento de inglés. Y otra turista alemana, quien me sorprendió por su vitalidad y ganas de hacerse entender con todo tipo de teatrillos y exclamaciones. Un poco loca, también pero con quien me gustó compartir impresiones sobre lo que estábamos viviendo.

Dilba (la alemana), se había cansado de su vida, lo ha dejado todo y llevaba 9 meses viajando por el mundo. Necesita encontrarse a ella misma, y cuando lo hace, aun le da miedo.

Por la noche, pasamos una hora batiendo el airak (la bebida de leche de yegua fermentada) un verdadero palo, pero que hacermos por ayudar a la hija de la familia. Dilba lo hace descalza, aun cuando la temperatura empieza a ser mucho más que fresca. Es una tipa curiosa. Aun, tras irnos a dormir, la hija mayor sigue un buen rato batiendo la leche. A estas alturas, ya soy consciente de que la vida no es tan cómoda y sencilla como estamos acostumbrados.

Día 13

En esta ocasión, por la mañana, toca ir en camello hasta la siguiente familia. Es mucho más cómodo que el caballo, y cometo otro error. Los mongoles, aun cuando hace calor, llevan pesadas ropas que les cubre todo el cuerpo. Lo aprendí ese día. De esta forma se protegen, no solo del sol, sino también de los miles de moscas y mosquitos que se ceban contigo. Dejarlas posar en la ropa es lo mejor que puedes hacer para no volverte loco espantándolas, porque no se van.

La nueva familia, la de Tomó y Zula fue con la que mejor me sentí. Sencillos y cercanos. Él apenas sólo me decía David David… a lo que yo le respondía Tomó… Tomó… y ya todo estaba dicho.

Tienen 3 hijos, o una hija y dos primos, no acabé de saber. El pequeño Batuca (nombre que no es realmente el suyo), es el primero en romper el hielo y querer juego conmigo. La pelota es la excusa perfecta para jugar con ellos. Algo tan simple como lanzársela, pasarla entre todos o hacerla botar alto y recogerla. Nada del otro mundo, pero con eso, ya están hechas todas las presentaciones.

En esta ocasión, hay varias familias juntas, lo que enriquece la situación. Uno de los vecinos, hace lucha mongola (uno de los deportes estrella del país) y bueno, me vi por los aires, aunque reconozco, que me dejé ganar…

El trabajo con los caballos fue una de las mejores experiencias de aquellos días. Ver a un niño de apenas 4 años cabalgando al galope a lomos de un caballo persiguiento las reses o recogiendo otros caballos es impresionante. Te das cuenta de cuantas cosas se pierden nuestros niños en europa por la sobre protección que les damos.

Batuca es sin duda el rey del ger (el que está conmigo en la foto del principio), aun cuando creo que no es su casa. Ni una palabra de inglés pero se hace entender sin complejos y con ganas de conocer. Es un pillo de mucho cuidado y como todos los hermanos pequeños chincha a su hermana mayor una mala cosa.

Zula es una gran cocinera. No solo airak, queso, sopa o empanadas mongolas. Hace unas hortalizas con carne de cabra es sensacional.  La familia mongola come a todas horas. No hay unas horas tan estrictas para hacerlo. Si toca arrebañar las costillas de cordero pues todos a rechupetear huesos. Al final te acostumbras a estar siempre haciendo pequeñas comidas, o bebiendo Milk Tea (te al estilo mongól que tiene té verde, leche y una pizca de sal).

A estas alturas disfruto de la bebida de leche fermentada de yegua, tanto como ellos. En 5 días no he probado el agua, que tampoco beben como tal. Solo te, airak y leche de vaca. No necesitas más.

Creo que con esta familia es la que  mejor he comido y con quien he visto que todos participan de las tareas familiares. Ninguno protesta, cuando toca hacer algo, van rápido a hacerlo, a pesar de no tener nada más que hacer, más que quizá, mirar el horizonte a través de los faldones levantados del ger.

El viaje estaba organizado así, pero de saberlo, hubiera pedido estar un par de días con la familia de Turpish y la de Tomó. Me hicieron sentir realmente agusto. En 24 horas ves cómo viven y es cuando te empiezas a acordar de sus nombres y conoces su ciclo diario. Pasar un día extra con ellos hubiera sido un plus muy interesante.

Día 14

Paso la mañana paseando y escribiendo el diario. Si hay algo que me ha servido durante estos días para ordenar pensamientos es mi diario. No tienes nada que decir, no hay mucho que preguntar o te puedan responder, así que símplemente me dedico a observar y a apuntar cosas en él.

Zula me enseña o trata de enseñar cosas de la cocina. Verla limpiar, cocer y partir por la mitad una cabeza de cabra es todo un espectáculo.

La nueva familia es un poco sosa. El hijo adolescente sólo mira la tele, y la verdad, mi costipado no me deja mucho margen para intentar relacionarme con la familia. Mi nariz es un grifo de mocos y el desgaste del esfuerzo de los días anteriores se nota. Me limito a estar presente, apuntar algunas cosas en mi diario y ver una película de Yaki Chang terriblemente doblada al mongol con el hijo y la señora de la casa.

Algún hueco de cobertura me permite mandar un email y por lo demás me dedico a sacer fotos del lugar, que no es poco.

Por la noche llega el marido, que se larga unos cuescos de campeonato. Dormimos todos juntos y paso la noche como puedo sonándome los mocos, tosiendo y roncando. Mi costipado está ya en estado avanzado. Tienen que haberse acordado de mi famila.

Día 15

El marido me lleva en su furgoneta a Karakorum. 2 horas de interminables socabones en una carretera ya inexistente y en las que fuimos mas tiempo por el arcen y campo a través que por ella.

El bus de vuelta a Ulaan Bator, un poco más rupestre que el de ida, pero no demasiado. Lo único que me tocó el asiento entre una señora de volumen considerable y un tipo al que conocía y no dejaba de hablar. No me encontraba muy bien y empezaba a tener fiebre, así que la conversación cruzada por encima de mi nariz, no era del todo agradable. Pero qué se le va a hacer. Es parte de este viaje.

Llegar a Ulaan Bator es un golpe a los sentidos. El caos, la suciedad y el polvo vuelve a  estar present. Pero darte una ducha caliente y meterve en la cama a sudarla también ha tenido su parte de encanto.

Inciso: Escribo esto desde Rusia, en un hostel perdido en la montaña donde llevo una hora sin oir una mosca y cuando digo oir una mosca es literal. El silencio es impresionanteme recuerda al silencio en la estepa mongola. Fin del inciso.

Día 16

Me lavanto nuevo. El café caliente, el vodka y el ibuprofeno me han hecho sudar toda la noche. Ha hecho efecto y me encuentro mucho mejor. Paso el día tranquilo escribiendo, haciendo algunas compras y lavando la ropa (bueno, en la lavanderia). Lo tengo todo preparado para salir a la mañana siguiente, en tren, hacia la siguiente etapa: Irkustk, a orillas del lago Baikal. Comprar el billete de tren ha sido sencillo. De lo que no era consciente, es de que iba a pasar 24 horas  metido en un tren, entre contrabandistas…

 

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13 comentarios

  1. 20 agosto, 2012 a 18:35 — Responder

    Mamma mia, menudas aventurillas por la estepa! Admiro tu capacidad de pasar cinco días sin hacer «nada» y de sobrevivir con estos brebajes autóctonos que te ofrecen. Lo de viajar con los locales me encanta pero no sé si todo esto sería demasiado para mí. Si algún día me animo al transmongoliano, quizás me lleve en un cofre secreto café caliente, vodka y un ibuprofeno para aguantar mejor los resfriados y lo que tenga que venir ;) Buena continuación por Rusia!

    • 3 septiembre, 2012 a 8:42 — Responder

      Hola Roser!

      ya ves en las que nos tenemos que ver… pero es parte del viaje y no le quita emoción. Es un viaje que te gustará! hazlo!

  2. 20 agosto, 2012 a 19:27 — Responder

    ¡Grande!
    Ese «no tener que hacer nada» creo que es de las cosas más difíciles que hay que hacer cuando se puede :-) cuando hay algo que hacer es mucho más fácil. Por experiencia, casi todos los mejores momentos es con gente a la que no entiendes :-) eso sí, también pueden ser los peores si las cosas se tuercen.
    Sigue disfrutando, que ya nos enseñarás más fotos

    • 3 septiembre, 2012 a 8:45 — Responder

      @saltaconmigo parece una tontería, pero no hacer nada y solo observar no es nada sencillo. Un ejercicio muy recomendable.

      @arol Lo contraté a través del hostel de Ulaan Bator donde estaba (Golden Gobi) aunque hay varios, estos son los más baratos y flexibles. Ya publicaré la forma de hacerlo y las opciones que ofrecen.

      @sandraescobadia la confianza es un gran aliado para viajar, y casi nunca te decepciona…

      Gracias a todos por vuestros comentarios!

  3. 20 agosto, 2012 a 21:17 — Responder

    Coincido con Jaac y con Roser, lo más difícil es no hacer nada au que en realidad se trata de hacer algo que ya no estamos acostumbrados: observar, contemplar con calma.
    Una pregunta: estas estadìas con las familias cómo se contratan o se establecen?

    Un abrazo
    Arol

  4. 20 agosto, 2012 a 22:52 — Responder

    ¡Qué aventuras cuentas! Son fascinantes, lástima lo de las fotos. ¿Te das cuenta de lo valiente que eres al confiar así en gente desconocida que además no entiendes? Yo creo que la gran mayoría de occidentales sería incapaz. Yo no lo sé…
    Bueno, a esperar el siguiente relato…

  5. Esther
    24 agosto, 2012 a 11:19 — Responder

    me encanta tu blog! una preciosa manera de contar tus experiencias… en julio he hecho mi luna de miel transmongoliana, y he de decir que tuvimos exactamente el mismo pensamiento sobre los sobreprotegidos niños europeos, al ver a una mongola de unos 2 años cuyo juguete era un madero, un martillo y un clavo… jeje.

    Un saludo!

  6. 26 agosto, 2012 a 15:50 — Responder

    No dejo de maravillarme con el viaje que te has pegado. Por cierto, otra vez te ha salido una foto con el «aro solar»…

    Un abrazo!

  7. 29 agosto, 2012 a 9:24 — Responder

    Si que se necesita cierta dosis, grande, de confianza para embarcarte en una moto por la estepa. Luego la experiencia me parece alucinante. Así. Sobran las palabras leyendo tus impresiones.

    Chapeau, JD!

  8. 4 septiembre, 2012 a 14:24 — Responder

    Has puesto una frase que describe a la perfección el estar viviendo allí unos días.

    «Tras unas horas allí, la cabeza se empieza a relajar y a aprender a no tener nada que hacer, ni decir, porque símplemente no es necesario. Sólo hace falta estar, observar y procurar no intentar ver con ojos europeos»

    Nosotros por tiempo no bajamos al Gobi y acabamos haciendo otra ruta parecida a la tuya y nos encantó!!

    Un saludo!

    • 9 septiembre, 2012 a 21:23 — Responder

      Victor,

      esos días con las familias han sido muy especiales, creo que nunca olvidaré todo lo que hice allí: compartir.

  9. 14 septiembre, 2012 a 13:22 — Responder

    Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com:    Día 10 Poco que contar. He pasado el día intentando añadirme a un grupo para salir al día siguiente, pero ninguno me ha convencido. Al final he cerrado la opción Ger To Ger (ir de ger a ger por libre para convivir ……

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