Por fin llegó el gran día. Los días previos, y teniendo en cuenta que dejé de trabajar apenas el viernes (salía el domingo) me los pasé comprando y preparando la maleta con un montón de cosas que quizá no era necesario que me llevara. Pero era mi primer viaje de este tipo y así lo hice. Que me sirva de experiencia para para los siguientes. El vuelo salía a las 6:50 de la mañana, así que tenía que irme hacia el aeropuerto bien pronto. Por suerte me llevó una amiga mía (más maja…) Me había pasado casi toda la noche hablando por messenger con la gente que me iba a encontrar allí, así que no dormí. Esperaba hacerlo en el avión, porque en realidad, no me gusta nada volar.

Poco antes de salir, una inspiración divina me hizo recordar que cogiera la tarjeta con la que había pagado el billete de avión. Me había caducado, y apenas unos días antes la había troceado y tirado a la papelera del despacho… Por suerte todavía no la había vaciado y encontré los trocitos. Un poco de celo y creatividad solucionó el entuerto.

Me planté en el aeropuerto con la maleta y mi tarjeta reconstruida. Finalmente no me la pidieron. Pero yo no me deshice de ella por si a la vuelta se les ocurría pedírmela…

El servicio de Alitalia muy correcto.

El servicio de Alitalia muy correcto.

El vuelo hacía escala en Roma Fiumicino y llegó con retraso. La puerta de embarque estaba en la otra punta de y apenas tenía 15 minutos para llegar a tiempo. Creo que nunca había corrido tanto, sin saber hacia donde y con tanta presión. Por suerte éramos varios corriendo en la misma dirección y eso me tranquilizaba. Cogimos el vuelo a tiempo, chorreando de sudor y con necesidad de una ducha. Y tenía que pasarme 9 horas en el avión. ¡Pobre de quien tuviera cerca! Por suerte, pude hacer una casi puesta a punto en el baño del avión para adecentarme un poco.

Meterme en aquel avión fue un gran alivio. Aire acondicionado y por fin un asiento donde descansar del carrerón. Por cierto, estos chismes para cruzar el charco ¿no llevaban 4 motores? Pues parece que no todos. Esperaba que fueran suficientes para llegar…

Volé con Alitalia, y la verdad es que el servicio inicialmente fue estupendo. Sirvieron la cena muy rápido y muy amables. Eso sí, después de cenar era como si voláramos en un avión fantasma. ¡No había nadie de cabina con el pasaje! Dejaron el carrito de las bebidas al fondo del avión y ya está. Por lo demás, el cansancio, la cena y el vino que tomé hizo el resto para pasar la noche casi de un tirón.

Datos de posición poco antes de aterrizar en Caracas.

Datos de posición poco antes de aterrizar en Caracas.

El vuelo lo hice acompañado de la mujer del Cónsul Italiano en Caracas. Muy maja la señora. Hablamos poco durante la noche (yo dormí casi toda), pero ya casi llegando a Caracas, entablamos conversación (in mai inglis) y fue cuando me explicó todo lo que tenía que hacer para declarar hasta los calzoncillos antes de poder entrar en el país. Al final nos pusimos de acuerdo y no declaramos ni el dinero que llevábamos ni lo que llevábamos en la maleta. Si hubiera declarado los paquetes de jamón de jabugo y embutidos ibéricos que llevaba como regalos para la gente del couchsurfing, fijo que me los quitaban de la maleta. Si ella no declaraba, yo tampoco… Por si acaso no me despegué de ella hasta que pasamos el control de inmigración. Todo fue bien, aunque como es costumbre en Venezuela, los trámites administrativos requieren paciencia.

Saliendo del avión en Caracas. La mujer del Cónsul Italiano.

Saliendo del avión en Caracas. La mujer del Cónsul Italiano.

Ya sabía que al llegar al aeropuerto, multitud de gente me ofrecería transporte para ir al centro de la ciudad, y sobretodo para cambiar dinero. Como ya lo tenía aprendido, hice caso omiso de todos ellos. Aunque puede salir bien, es arriesgado hacer este tipo de cambios en el aeropuerto. Además, el cambio en el mercado negro ilegal y es preferible que lo haga gente de confianza con gente de confianza para evitar sorpresas. Como si fuera alguien a recogerme al aeropuerto me separé de aquella multitud y eperé a que vinieran a buscarme. ¡Ya estaba en Venezuela!

Me recogía Elvis, un venezolano del couchsurfing que aunque no me podía ofrecer alojamiento inmediatamente (lo haría días más adelante en otra parada que haría en Caracas), habíamos estado hablando durante los meses previos y que me ayudó a organizar parte de mi viaje. Me hizo el favor de hacerme la recepción, y eso, quieras que no en tu primer viaje a sudamérica me daba una cierta tranquilidad. Esa fue mi primera experiencia con el tráfico venezolano, los semáforos en rojo y las lunas de los coches tintadas. Empecé a tener conciencia del estado de inseguridad en el que viven los ciudadanos de Caracas.

Entrada a la ciudad de Caracas.

Entrada a la ciudad de Caracas.

Las colinas repletas de "ranchitos" (chabolas) rodean la ciudad.

Las colinas repletas de "ranchitos" (chabolas) rodean la ciudad.

Iba a pasar apenas aquella tarde en la ciudad, para organizar el tema de comprar un teléfono y una tarjeta que me sirvieran en casi todo el país, conseguir cambiar algo de dinero y recoger la tarjeta del banco que Alberto (couchsurfer también) me iba  a prestar para ingresar mi dinero una vez cambiado en bolívares y no tener que cargar con ellos. Después de haber resuelto casi todos los temas previstos, me desplacé hacia el barrio del rosal, una de esas zonas tranquilas y seguras de la ciudad donde me esperaban. ¡Por fin pude darme una ducha! El día había sido larguísimo, ya que al venir hacia el oeste, se restan horas, y estaba agotado.

Pasé la noche en casa de David,  fotógrafo profesional, y su pareja, quienes me atendieron como un rey y pasamos un buen rato revisando mis planes de viaje y dejándome aconsejar. Dormí poco, porque estar en una cama diferente, en un país diferente y apunto de emprender la aventura en solitario (ahora sí) me desveló un poco. Aun así, estaba feliz de lo que había empezado a vivir, y el resto prometía ser espectacular.

Canaima, interior de Venezuela.
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5 comentarios

  1. […] vez, no tengo campo base en ninguna parte (al contrario de como hice en Venezuela) así que tengo que llevarlo todo siempre conmigo. Esto es lo que me […]

  2. 14 agosto, 2011 a 6:38 — Responder

    joyeria…

    Viaje Barcelona-Caracas.Conociendo a la mujer del Cónsul » Viajar, comer y amar – Blog de viajes, gastronomía y más para disfrutar el arte de viajar…

  3. Olga
    8 septiembre, 2013 a 1:50 — Responder

    Hola amigo viajero!! estoy comenzando a leer tu blog, especialmente el viaje de Venezuela ya que soy venezolana. Lo encontré navegando sobre temas de inseguridad en mi país y me ha atrapado, me gusta mucho tu forma de narrar la realidad venezolana (bueno apenas llevo 2 entradas leídas pero pienso seguir todos tus recorridos). Me alegra que te haya gustado nuestro país, a pesar de como estamos y que lo reflejes de una manera tan jocosa y bonita…

    • 12 septiembre, 2013 a 19:02 — Responder

      Gracias Olga por tu comentario. Compartirlo es parte de mi viaje. Venezuela es espectacular. Volveré!

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