Después de haber pasado unos fantásticos días por Chiang Mai (templos, masajes, moto y lluvia incluída), iniciaba mi nueva etapa. Llegar hasta Sukothai, una de las antiguas capitales del reino de Tailandia. Para ello, hay que llegar primero a Phitsanulok en tren (puedes hacerlo también en autobús). Normalmente, la gente hace este recorrido de sur a norte, por lo que no coincidirás con muchos extranjeros. Para mí, mejor.
El tuk tuk me recogió puntual a las 5:45 de la mañana en la guesthouse y me llevó a la estación de tren con puntualidad suiza. Me cobra 100 THB , tal y como habíamos acordado la tarde anterior. Le dí 20 THB de propina por ser unas horas un tanto intempestivas.
Siempre que puedo, elijo el transporte local, tren o autobuses, porque dan la oportunidad de contemplar tranquilamente el paisaje, las gentes, su día a día. Así que en la estación me planté, aunque pronto, para coger mi primer tren en Tailandia. Y estaba emocionado.
El tren salía a las 6:45 y me dijeron que estuviera en la estación a las 6. ¡Qué forma tan innecesaria de madrugar!. No había hecho falta ir tan pronto. No me pude subir al tren hasta las 7 y no salió hasta a las 7:10 pasadas.
Para hacer tiempo, nada mejor que pulular por los andenes observando el ambiente, la gente dormida en bancos y rincones, el funcionamiento de la estación, sus operarios… Cotillear, que es lo que me encanta… Otra ventaja de viajar con muy poco equipaje.
Reconozco que estaba un poco nervioso, porque desconocía el funcionamiento del ferrocarril, y mis inquietudes se estaban materializando en un cierto desequilibrio intestinal que requería cada vez más de una visita a los servicios. Pero ya era la hora y el tren estaba en el andén preparado para salir… ¿qué hago? ¿y si voy al baño y el tren se va? (ya ves qué problemón) ¿y si me espero y en el tren no hay baño o papel? …Subí un segundo al tren y comprobé que sí, que había de ambas cosas, pero no pude quedarme porque estaban limpiando y me hicieron bajar.
Al final, ante la inminente tragedia, le pregunté a un tipo que resultó ser el revisor del tren (llevan uniforme marrón y gorra), y me dijo que tenía tiempo, que fuera al baño. Salí corriendo hacia los servicios y casi sin margen ni contemplaciones pude aliviar mi estado de nervios. Cuando de pronto observo a mi alrededor y compruebo que, como en muchos baños públicos, no había papel higiénico. Tras dos segundos y medio de pánico (ni uno más), me acordé de ese, tan estimado e inseparable amigo: mi rollo de papel higiénico de las emergencias, que siempre llevo en la mochila y que me iba a salvar una vez más, de una situación, digamos… incómoda.
Todavía tardaron 30 minutos más en limpiar, lavar a presión y en acondicionar el tren. No me extraña que se les oxiden los trenes, los lavan por fuera con agua a presión y las ventanillas abiertas en cada trayecto. Me había dado tiempo a ir al baño, hacerme la manicura y si hubiera querido, a hacer unos calcetines de ganchillo. Me sentía novato en todo aquello, por el apuro tan tonto que había pasado. Total si hubiera perdido el tren, luego hay otro, y el precio de 260 THB, no iba a arruinarme el presupuesto. Llevaba ya unos días en Tailandia, pero aun me costaba dejar atrás ese patrón mental que usamos en el día a día y que nos complica la vida de mala manera.
Mi billete era de segunda clase y hay que reconocoer que era bien cómodo. Limpio entre comillas, y agradable para viajar con las ventanillas bajadas. Me fijé en que el revisor pide los billetes, pero sólo sonrie amablemente a los extranjeros, es decir, a mí.
El trayecto transcurre entre montañas a no más de 70 km por hora entre campos, bosques espesos, arrozales y ríos. El trayecto hasta Phitsanulok es largo, y el tren se lo toma con calma. Aproveché para fisgonear un poco por el tren y me pasé también por tercera clase.
Me llamó la atención el coche restaurante, donde la cocina está negra por definición (me abstuve de fotografiarla por respeto a la cocinara) Sin embargo comí allí, sin mayor problema. Es cuestión de no mirárselo mucho.
En las estaciones, van subiendo y bajando del tren gente con comida, bebidas…etc así que no te falta de nada. No pude resistirme a probar el pollo y las salchichas (35 THB). A la chica no le hizo mucha gracia que le hiciera una foto a su mercancía, pero después de comprarle el pollo, hasta me hizo una pose super natural… Me dio que pensar sobre lo que cuentan sobre esa doble cara asiática de la amabilidad superficial no siempre correspondida con la realidad.
En los trenes de tailandia, así como en los autobuses de largo recorrido, recomiendan que no pierdas de vista tus cosas, porque hay algunos ladrones que aprovechan el despiste o el sueño de los falang (blancos, o extranjeros) para robar alguna cosa. Por eso preferí atar la mochila y no soltar mi bolso.
De hecho, en la estación de Chiang Mai me crucé con una mujer que estaba poniendo en práctica el conocido truco de ¿De donde eres? … Ah, yo también tengo familia en … Lo usan para luego intentar pedirte dinero o robarte sin que te des cuenta. Y la mujer en cuestión, la había visto en el tren durante mi paseo por tercera clase. Creo que el policía (siempre hay uno en todos los trenes) también se dió cuenta, y la trajo consigo al vagón donde yo estaba, para tenerla controlada. Nada peligroso, nada violento, sólo prevención. Tailandia es así.
Disfruta del paisaje asomado a la ventanilla, y no te sorprendas si en la ventana de delante tuya, el revisor saca sus pantalones para secarlos del sudor. Es curioso como en estos países, la gente no es tan mirada con el tema de la seguridad y no te sorprendas que la gente vaya sentada en el escalón de la puerta del tren con los pies colgando, o los niños jueguen con el tren en marcha en las ventanillas con medio cuerpo fuera del vagón.
Cruzamos un gran río (no te sé decir cual es) que estaba muy crecido por las recientes lluvias. Pude observar como los locales se sorprendían del caudal y nivel del río, por lo que deduje que aquello no era habitual. De hecho, en el país habían habido ya algunas inundaciones en el norte del país, y claro, caí en que yo estaba, en el norte del país. Luego supe, a los pocos días, que la vía del tren había sido inundada en ese mismo trayecto, cortando la comunicaciones por ferrocarril. Nunca había visto un río tan crecido y con tanta fuerza.
El tren llegó a la estación de Phitsanulok con más de una hora de retraso (lo habitual son 7 horas aproximadamente), pero no importa, porque el trayecto, las vistas y todo lo que había visto aquel día, habían valido, y mucho, las horas de tren, el calor, el sudor y la mugre incrustada en la cocina del coche restaurante. Y todo por apenas 6,5 €.
Tailandia y sus trenes son para disfrutarlos sin prisas ni exigencias, para dejarte llevar.
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