Mi llegada a Puerto Colombia fue un poco accidentada debido al estado en el que llegué después del viajecito en el taxi-kamikaze. Pero una vez recuperado, me puse las pilas dispuesto a conocer lo que allí había.

En Venezuela, los coches son de otra época.

En Venezuela, muchos coches son de otra época, en parte porque su consumo de gasolina NO importa.

Puerto Colombia no tiene nada de especial como pueblo, aunque las montañas que lo rodean son espectaculares. En una de sus colinas más cercanas hay un mirador con vistas estupendas, al que no pude subir por el mal tiempo. Las calles del pueblo son más o menos caóticas. El pequeño paseo marítimo (malecón como se conoce allí) es un pequeño espacio donde se concentra la mayor parte de la vida social del pueblo. En él se pueden encontrar viejos cañones como recuerdo de la época en la que la ciudad se defendía de los invasores extranjeros. En general todo está viejo y descuidado y hace años no se hacen obras de mantenimiento.

El Malecón de Puerto Colombia con el Parque Nacional Enri Pittier al fondo.

El Malecón de Puerto Colombia con el Parque Nacional Enri Pittier al fondo.

El puente del pueblo lleva 7 años en reconstrucción después de que una riada se lo llevara por delante. Como el río no es profundo y se cruza a pie o en coche por una pasarela semisumergida, pues tampoco hay prisa. El puente apenas mide 20 metros no creas que es la obra de ingeniería del siglo.

Puente en reparación que da acceso a Playa Grande.

Puente en reparación que da acceso a Playa Grande.

Pero, ¿qué hacer en Puerto Colombia? Pues poca cosa. En realidad sólo sirve como punto de salida de las lanchas hacia las islas y pueblos más cercanos. El embarcadero es una pequeña porción de playa (si se le puede llamar así) llena de lanchas (no queda un centímero libre) donde cada día, la gente se agrupa según su destino y parten hacia él. Hay que tener una cierta habilidad para saltar por encima de las barcas para ir hacia la tuya, ya que salen primero las más alejadas de la playa (hay lanchas en doble triple y cuádruple fila). El sistema es el mismo que en el resto de sitios del país. Depende de la distancia marcan el precio. No suelen pasar los 35 BSF y vale la pena madrugar un poco para evitar las aglomeraciones. Es aquí donde más fe en la providencia hay que tener, ya que es mar abierto y las lanchas las llevan en muchas ocasiones chavales de 14 o 15 años. Por los salvavidas… ni preguntes. Pero es curioso como esto no es un problema para los locales. Coincidí con una pareja que llevaban a su hijo recien nacido con apenas un mes, y ellos en la lancha tan tranquilos pegando tumbos con el chiquillo en brazos a pasar el día en una de las islas. Son otras formas de entender las cosas.

Lanchas y gente amontonada para partir hacia las playas.

Lanchas y gente amontonada para partir hacia las playas.

Me llamó mucho la atención lo poco cuidadoso que son los lugareños con su entorno. La playa acaba cubierta de desperdicios y latas que los lancheros y ayudantes van bebiendo durante el día y no hay ningún tipo de limpieza hasta el dia siguiente, cuando recogen las que no se ha llevado el mar. De hecho, a un lanchero, se le mojó el teléfono, y nos costó convencerle de que no hiciera caso a la gente (venezolanos) que le animaban a tirar el teléfono al mar. Conciencia ecológica en Venezuela cero, patatero. Por suerte el chaval lo desmontó y lo puso al sol para secarlo y lo recuperó.

En frente del embarcadero, está la pescadería del pueblo. Unas simples paredes con techo donde descargan cada día el pescado y allí mismo lo limpian y venden. Obviamente nada de canalizaciones de aguas, la sangre y agua toda del mostrador a la calle… ¡Con lo que nos complicamos aquí con estos temas de sanidad!

Pescadería del pueblo, junto al malecón.Pescadería del pueblo, junto al malecón.

Pescadería del pueblo, junto al malecón.

Aparte de esto, Puerto Colombia cuenta con Playa Grande, una magnífica playa a mar abierto con olas en las que aprender a hacer surf y donde la gente acostumbra a pasar sus fines de semana y días de vacaciones haciendo acampada (no es necesario permiso para hacerlo aunque conviene consultarlo antes). Es habitual encontrar una parte de la playa repleta de tiendas donde los más jóvenes se divierten. Te recomiendo que no pases descalzo por la zona de acampada, está llena de chapas de cerveza y basura. La playa cuenta con unos baños y duchas (usarlas cuestan 1,5 BSF) y si no te molesta el jaleo y las multitudes, es bien apta para pasar un buen día de playa familiar.

Playa Grande, con su zona de acampada al fondo.

Playa Grande, con su zona de acampada al fondo.

Para comer, hay un restaurante (del que no recuerdo el nombre) que se sale de lo normal. De hecho el propietario es un francés afincado allí hace ya muchos años. Es un restaurante con cocina  trabajada con productos del lugar. Platos buenísimos de pescado (el salmón era algo espectacular) y carta adaptada a las existencias del momento. Algunos platos no estaban disponibles por falta de existencias, y es que Puerto Colombia está en realidad muy aislada de los suministros de Maracay. El precio desorbitado en comparación al resto de restaurantes del pueblo (unos 110 BSF), pero probarlo vale la pena.

El patio del restaurante, muy acogedor y cuidado.

El patio del restaurante, muy acogedor y cuidado.

Importante recomendación: en Venezuela, si preguntas o pides algo no te van a decir nunca que no o que no saben indicarte. Te van a dar alguna u otra indicación, sea o no cierta. Así que pregunta a varias personas si quieres estar seguro. En el caso de los restaurantes, pasa algo parecido. Si pides algo, quizá no te digan que no tienen, o que no pueden hacértelo, simplemente obviarán tu petición y seguirán como si nada hubiera pasado. Y tu te quedarás esperando lo que pediste. No te alteres,  no existe una cultura de  hostelería como la conocemos aquí. En la restauración, habitualmente, el servicio no va más allá de tomar nota del pedido, cocinar y servir la comida. Para que te hagas una idea, la mayoría de restaurantes apenas tienen bebidas (aparte de cerveza) ni sirven cafés o postres. En algunos casos debido a las restricciones en los productos básicos. Productos con los que podrían incrementar sustancialmente sus ingresos. Un país líder en la producción de azúcar como Venezuela,  sufre de escasez de azúcar.

Por la calle también puedes encontrar sitios donde comer alguna cosa a buen precio. Te recomiendo que pruebes los bollitos, una pasta de cereales molidos un poco dulce envuelta en una hoja de palma que está riquísima. También son muy ricas las hallacas de carne y vegetales y suelen hacerse como plato especial en Navidad.

Hallaca.

Bollito.

En todos los pueblos, y también en este, se estilan los puestos callejeros de teléfonos. Gente que planta su mesa y una silla con varios teléfonos móviles para que hagas tus llamadas. En Venezuela es habitual que la gente tenga más de un móvil, según la compañía a la que quiere llamar, y así pagar menos. Si necesitas usarlo, símplemente te preguntarán a qué compañía quieres llamar y luego según la duración, te cobran. Es muy barato y vale la pena, sobre todo si tu compañía no tiene cobertura en Puerto Colombia, como le pasaba a la mía.

Por las noches, el malecón de Puerto Colombia se transforma en punto de reunión de toda la animación del pueblo. También se organizan fiestas en Playa Grande.

Atardecer en Playa Grande.

Atardecer en Playa Grande.

La gente se reune para tomar (cómo no) charlar y disfrutar de los artistas callejeros (la mayoría mochileros) que intentan ganarse algunos bolívares para pagarse su viaje por sudamérica. Allí coincidí con una mejicana y dos inglesas (inglesas, inglesas) de esas que suelen tomar el té a las cinco y son abosolutamente británicas en el aspecto y la forma, que estaban pasando unos días con un grupo. Estuvimos charlando un buen rato y echando unas risas mientras observábamos a los locales (totalmente borrachos) cómo intentaban echar la caña a las inglesas. Ellas, por su parte, muy correctas, estaban dándole a una botella de guarapito (bebida a base de zumos y licores de mucho alcohol) que,según palabras de llas mismas, era la aventura más emocionante de sus vidas. Según me confesaron, tomar aquello que no sabían qué era, había sido lo más arriesgado que habían hecho y que después de eso serían capaces de cualquiercosa. Estaban emocionadísimas.

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5 comentarios

  1. […] que estuviera en la cola de Alitalia), he estado haciendo turismo, por el Parque Nacional Morrocoy, Choroní, luego estuve por Canaima y Salto Ángel… Sí aquí en Caracas, he estado en casa de unos […]

  2. […] y se acercaba el ecuador de mi viaje a Venezuela en un mes. Habia pasado ya por Morrocoy y el Parque Nacional Enri Pittier (Choroní, Puerto Colombia y Chuao). Así que después de organizar mi mochila en Caracas en una pequeña parada, y de forma un poco […]

  3. Darwin
    1 julio, 2011 a 19:26 — Responder

    Voy leyendo tus entradas de este blog y me reído muchísimo!!! Super entretenido, es una imagen muy fiel de la cultura de mi país y como vivo ahora en España tenía tiempo sin acordarme de todo este ambiente tan typical venezuelan!! jejejeje
    Un comentario acerca de la «Hallaca», lo que muestras en esta entrada del blog se llama «bollito» no hallaca.

    • 2 julio, 2011 a 10:54 — Responder

      Hola Darwin,

      me alegro te gusten mis relatos. Espero sigas por aquí durante mucho tiempo. He corregido lo de la hallaca jeje con esas cosas los extranjeros siempre nos confundimos. Gracias por avisarme.

      Un saludo!

  4. Adolph
    16 febrero, 2013 a 5:41 — Responder

    El blog está espectacular mi amigo (no he pillado tu nombre, disculpa)
    Quisiera aportar par de cositas esperando no me falle la memoria:
    – el nombre del parque es Henri Pittier.
    – el bollito de la foto fué envuelto con la hoja de la mazorca (maíz) mientras que la hallaca, plato navideño que mencionas, se envuelve con hojas de plátano macho.
    Saludos

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