Día 10 – Los sasak, la turistada y el hotel de lujo.
Camino al sur de Lombok: Kuta, que tiene el mismo nombre que la Kuta del sur de Bali, pero son sustancialmente diferentes.
Tras unos cuantos kilómetros, toca hacer la parada obligatoria para conocer un poblado Sasak. Los Sasak son los originarios de Lombok y tienen una curiosa forma de vida familiar. Ya te contaré los detalles en otro momento. Por suerte, paré primero por el poblado que no es turístico -hay uno turístico y otro no. El chico que me ha hecho de guía me ha dado todo tipo de explicaciones sobre la familia, las casas y sus vidas. Sin prisas y con las ganas de quien quiere darme a conocer su forma de vida y cultura.
Obviamente, pero sin presiones, al final pasas a la tienda del pueblo, donde lo que se vende repercute en la toda comunidad. Ahí he demostrado -una vez más- mis malas dotes para el regateo. Hasta la pobre chica ha tenido que decirme, ¡pero regatea más que aun no he llegado al precio más bajo! -En inglés claro.
Unos kilómetros más adelante esta Sade, el pueblo sasak que aparece en todas las guías. Ahí si te pegan la turistada. Es bonito de ver, pero no puedo disfrutarlo, porque me llevan corriendo y en cuanto me descuido, el guía me ha metido en una tienda para que compre algo.
Finalmente llego a Kuta. Allí se concentran sobretodo los amantes del surf. En los arrecifes cercanos, hay buenas olas y en Gerupak, a unos pocos kilómetros de allí se dan olas de clase 1 -según la guía- que no sé cuales son, pero suena importante.
Para variar, está a reventar de gente. No llevo nada reservado -también para variar- y no encuentro nada decente. Una mujer se ofrece a limpiarme un cuartucho mugriento con un colchón sucio en el suelo por 100.000 Rp. No me apetece meterme en semejante pocilga y me voy a darme un gustazo. Me voy al Novotel Lombok, un buen hotel, que aunque me habían asegurado estaba lleno ese día, sabía que habría una habitación para mí. Llámalo corazonada.
Así ha sido. Pillo la última habitación por el módico precio de 1.100.000 Rp unos 106€. Necesito un buen sitio después de tantos kilómetros en moto. No me lo esperaba, pero hacer ruta en moto cansa mucho. Será porque voy en tensión por mi inexperiencia.
El sitio, el hotel y las vistas de la habitación están estupendas y no me duele pagarlo. Baño en la piscina y demás, que ya te contaré en otro rato.
Paso la tarde en la playa del pueblo viendo cómo rescatan un autobús que ha quedado enterrado en la arena. Varias veces se masca la tragedia, porque me da la sensación de que allí el tema de la seguridad y los riesgos no lo tienen muy por la mano. Imagínate a los hombres pasando por debajo del autobús con las palas y el chófer a su aire, poniéndolo en marcha el autobús para moverlo… Por suerte no ha pasado nada.
Vuelvo al hotel después de cenar. En la playa se ven millones de estrellas. Noto como me están comiendo los mosquitos, pero no me quiero mover de aquí…
Día 11 – Haciendo la cabra con la motillo.
Como todo lo bueno -dentro de lo bueno- se acaba y tengo que mudarme a otra parte. La noche de lujo y comodidad se ha termindado. Decido pasar otra noche en Kuta (sur de Lombok) e ir a Kerupak a ver las olas esas de clase 1 que dicen que hay.
Pero no me voy sin antes llevarme un bonito recuerdo del cinco estrellas: una importante urticaria que me cubre desde el cuello hasta la cintura. Me lo ha producido un pancaque con Nutella. Cuando te sienta algo mál sabes a ciencia cierta lo que ha sido, pues en este caso lo sé. Creo que alejarme de la dieta asiática no me ha sentado nada bien.
Con mi espala padeciendo un ataque repentino de acné juvenil, he cogido la moto y he puesto ruta hada el este de la isla. En apenas 10 km debería llegar al destino en poco rato. Con lo que no contaba era con que la carretera como tal, desapareciera para convertirse en un seguido de agujeros y socabones rodeados de ciertos restos de asfalto. Es de admirar cómo conducen los locales entre los agujeros, que parece vayan por una carretera totalmente plana.
Me he hartado de tragar polvo detrás de las furgonetas y de pegar botes como un saltamones a 15km por hora. ¡A esa velocidad me han adelantado hasta los cojos! Por fin llego a una playa enorme llena de familias locales pasando el día.
Apenas veo extranjeros y los pocos que hay se concentran tomando el sol en los extremos de la playa, como para no mezclarse o sentirse a salvo de ves a saber qué. Curioso comportamiento.
A pesar de haber bastante gente en la playa, no los veo tostándose al sol, sino a la sombra de los árboles y sombrillas, porque en Indonesia, si hay algo que no está de moda, es estar moreno. Lo mejor de todo ha sido pararme en algunos sitios observando a la gente. Los niños jugando en el agua, en la orilla, haciendo guerras de arena, persiguiéndose y riendo todo el rato. Una delicia.
El sol es abrasador y no me apetece tomarlo o meterme en el agua. Curiosamente, en este viaje he sentido poca necesidad de sol y agua, que era lo que en principio buscaba. Es como si al no hacerlo allí la gente, no me apeteciera tampoco hacerlo a mí. Curioso.
También curioso y lamentable, por otra parte, la cantidad de basura que allí se acumula. No está entre sus hábitos, el de no tirar los desperdicios al suelo, y mucho menos recogerlos, si es que no estás en casa.
Muchas chicas y chicos jóvenes me han ido parando a lo largo de la playa para hacerse fotos conmigo. ¡Estás en lo cierto, soy irresistible! O quizá es que me encuentran extraño o coleccionen fotos con gente rara para luego intercambiar con los compañeros del cole como si fueran cromos… Ves a saber. Yo me he dejado hacer y he posado como un profesional.
Después de comer he seguido saltando entre agujeros de la carretera hasta Gerupak. un pueblo que vive del cultivo de moluscos y perlas. Me ha ido dando la impresión de que había algo que no cuadraba. No veía movimiento de turistas ni motos con tablas de surf ni nada de eso. Pero he seguido el camino como un campeón. Un campeón un tanto insconsciente.
La carretera, se ha convertido en un camino de piedras y tierra suelta que iniciaba la ruta con una empinada rampa de más del 45%. Algo que si pienso dos veces no hago. La moto ha brincado y patinado todo lo que ha querido mientras yo con mis chanclas enfundadas en los pies he itentado mantener el equilibrio. Parar a la mitad no era, en absoluto, una opción. Así que he ido subiendo centímetro a centrímetro como una cabra loca entre piedras y arena. Si alguien me ha visto subido allí con la scooter, ha flipado, te lo aseguro.
Tras un par más de cuestas, también bastante gordas me he dado por vencido. Al fondo se divisaba otra rampa más, también bastante inclinada y no veía rastro de gente por allí. Quedarme tirado o tener un accidente no me ha parecido lo más recomendable. Para los surferos, después de superar estas cuestas, las olas de clase 1 deben ser pan comido. Yo me he dado la vuelta allí mismo.
La bajada de la cuesta inicial ha sido peor que la subida. Sin poder dar gas, ni usar el freno en condiciones he estado a punto de tener que lanzar la moto cuesta abajo y saltar de ella para evitar estamparme al final de la cuesta (que por cierto acababa en curva y daba al mar). Bajarme de ella tampoco era una opción. Una vez iniciado el descenso, tenía que encontrar la forma de llegar abajo sin tener que comprar una moto nueva.
He conseguido llegar abajo combinando el freno de delante y el de atrás alternativamente. He llegado sano y salvo de milagro y me he bajado de la moto como si me diera calambre. El susto había pasado, y no he tenido que lamentar daños. De buena una me he librado. Están locos estos surferos…
Después de tantas emociones para al final no llegar a la playa de las dichosas olas, los socabones y agujeros de la carretera de vuelta a Kuta me han parecido una tontería. Una Bintang en el camino para ver el atardecer y vuelta al bungalow para quitarme de encima todo el polvo que llevaba.
A dormir pronto que mañana pongo rumbo a Tetebatu, en el centro de la isla.
6 comentarios
[…] Si quieres puedes seguir leyendo el diario del viaje en el siguiente post. […]
Qué pasada. Todo es tan…¡diferente! Ese almacen de arroz me imagino que le harías mil fotografías. ¡Cómo a todo en realidad! Lo del autobus varado, impactante y lo de que sabes cuando algo te ha sentado mal qué ha sido exactamente, totalmente de acuerdo!
Contrastar tus planes para el viaje con tus experiencias en destino es muy instructivo, observar como te adaptas al país, esa falta de deseo por el sol y la playa, como te sienta mal el hotel de lujo, tus andanzas con la moto… ¿Cómo no te van a pedir que poses para las fotos? ;-)))
La declaración de este viaje de recorrer en 26 días sin prisas… nos ha llegado.
Andamos cada vez más lentos con los comentarios, hace más o menos un año compartíamos «horror» en Sitges… ¿la próxima? ojalá sea pronto. Un fuerte abrazo.
Guisantes… aunque os prodigáis poco vale la pena esperar!! Me alegra os guste lo que cuento aunque yo tambié estoy lento en actualizar el blog. Otros temas me ocupan estas semanas… A ver si nos veamos pronto. Sé que andáis por las Baleares estos días. Espero lo disfrutéis!!
un abrazo!
[…] Diario de viaje 4 – Ruta en moto: cultura Sasak, surferos y un hotelito muy apañado. […]
Podrías decirme cómo se llama o la ubicación del pueblo sasak no turístico, vamos por libre y me gustaría conocerlo.
Gracias