Días del 15 al 17 – Fin de ruta por Lombok.
El cóctel anti galipandrias que me tomé y el descanso han funcionado. Me siento mejor, aunque no para irme a brincar por la montaña. Hace un día estupendo pero como aun estoy un poco cogido con pinzas, decido no irme a la montaña a ver las cascadas -que seguro son muy bonitas.
He preferido seguir y llegar pronto a Senggigi -donde inicié la ruta en moto. Tengo ganas de descansar tranquilo. Un par de días en el hotel sin más. El Sunset House, una recomendación de mi amiga Sònia que ha resultado ser muy acertada. Ya te contaré los detalles otro día.
Es día festivo y hay multitud de familias pasando el día en las playas. El tráfico es denso y por todas partes hay fiestas y barbacoas. Me paro en una de ellas para cotillear un momento y un policía me pregunta que qué hago allí. Luego me pide el permiso de conducir que por suerte llevo -aunque no sé si es válido para la moto- y le sigo un poco la corriente. Al final deduzco que ha sido una forma de iniciar la conversación. Quizá porque me ha dicho que aparezco muy guapo en la foto o quizá porque ha acabado dándome su número de teléfono e invitándome a que vaya a su casa a visitarle. Una situación un tanto embarazosa de la que me he podido escapar en cuanto su superior le ha requerido para que dejara de perder el tiempo con turistas y se centrara en lo suyo. Es la primera vez que un policía flirtea conmigo… Qué situación tan extraña… He seguido mi camino.
Llego al hotel mucho más animado -que flirteen con uno siempre le sube el ego a uno ¿no?- Estoy dispuesto a pasar un par de días de relax total en la piscina sin mucho más que hacer que sacar fotos, tomar un poco el sol y comer bien. Vamos, lo que le gusta a cualquier hijo de vecino.
Al día siguiente de llegar, me cambian de habitación y me dan la que en realidad había reservado. Una suite con piscina privada -aunque yo ese detalle no lo sabía. Bueno la piscina se comparte con otras dos habitaciones, pero no había nadie allí, así que toda para mí. Precio: 50 €.
Día 18
Tras devolver la moto y recuperar mi tarjeta de salida del país -recuerda que la había dejado como garantía- me pongo camino a las islas Gili. El trayecto es corto, pero ha durado unas cuantas horas debido a que hay que combinar varios tipos de transporte. En la furgoneta voy con un matrimonio francés que se han aventurado de viaje con 12 chavales de no más de 16 años. Hay que tener ganas…
Mientras esperamos a que nos lleven al barco, me he visto inmerso en el caos. O eso parece a simple vista. Me han cogido el billete y lo primero que se te pasa por la cabeza es que van a olvidarse de tí y te vas a quedar en tierra. Nada de eso. Siempre están pendientes de tí y te preguntan una y otra vez por tu destino. Con estar un poco al tanto de quien maneja el cotarro y tiene tu billete, todo solucionado. No pasan desapercibidos los intentos -algunos con éxito- de los locales intentando ligar con las extranjeras. Ni tampoco lo maleducados y prepotentes que son algunos -bastantes- de los extranjeros en el trato con los locales.
Llego a Gili Trawangan, la mayor de las islas Gili. El ambiente que allí se respira me gusta. No están permitidos los vehículos a motor. Sólo bicicletas y coches de caballos. Es un descanso después de tanta moto y tanto tráfico.
Días del 19 al 23 – A dieta de relax.
En las islas Gili tienes que cambiar el ritmo. Y a mí me ha costado. Pero te acostumbras. Tal y como me habían contado, aqui hay un cierto buen humor y buen rollo constante. La vida aquí parece más amable y fácil. Aunque no creo que lo sea para todos. Hay gente que trabaja muy duro cada día para que los turistas podamos disfrutar de unos días de paraíso. Aun así, la gente se les ve serena y en paz, como con una cierta sonrisa permanente que les hace parecer felices. No sé si lo serán en realidad, pero lo parecen.
Paso los días montando en bici, en las playas, haciendo snorkel -con chaleco salvavidas claro, que hay mucho agua por estos lares- y viendo atardeceres de película. Creo que es el sitio donde más estoy disfrutando de los atardeceres. También creo que las happy hour en cócteles (2×1) ayuda un poco. En todos estos días no he conseguido hacerles entender que voy yo solo y que no hace falta me traigan los dos cócteles a la vez, que si no, me tomo el segundo caliente.
Pues nada, una sonrisa, un ok sir, two maithais y acto seguido tengo los dos cócteles a la vez. ¿Pero qué más da? el tiempo es benigno, las nubes forman colores y reflejos inimaginables y me siento agusto conmigo mismo. ¿Qué más puedo pedir?
Por primera vez en mi vida, he visto tortugas en libertad. Seguirlas y nadar con ellas ha sido espectacular. Gili Air -la isla más pequeña de las tres- tiene unas aguas muy claras y unos corales muy bonitos llenos de vida. Nos han llevado un poco a toque de pito al tener que variar la ruta original, porque una de las chichas había elegido mal el día para estar en remojo. Uno de esos días de inquietud intestinal que hacen que tu mejor amigo sea un retrete y un rollo de papel higiénico…
Para despedirme de las Islas Gili, el último día me he dado el gustazo de cenar langosta. ¡Un bicho de un kilo! Lo que sería en inglés One kilo lobster Así se lo he pedido al atento camarero. ¡Ole yo! Y es que por apenas 40 euros con las bebidas e impuestos incluídos, ¿quién no se da un gusto así?
2 comentarios
[…] Diario de viaje 6 – Islas gili. Relax en otro mundo. […]
Hola!!!
Gracias por compartir tus experiencias.
¿Los de snorkel alquilan cámaras acuáticas también?
Gracias