Una de las cosas que estoy descubriendo en Camboya es la amabilidad y hospitalidad de su gente. El otro día, en Siem Reap (ciudad muy cercana a los templos de Angkor) estaba visitando algunas agencias de viaje a última hora ya de la noche y se me plantó una de esas oportunidades que no quise dejar pasar. El tipo de la agencia, ya en teoría cerrada pero con las puertas abiertas de par en par, estaba con unos amigos cenando y charlando. Pasando la noche entre amigos, vamos. Así que sin demasiado misterio me invitó a que me quedara con ellos a tomar unas cervezas.
Unos pocos de fideos fritos, unas cervezas baratas y un ordenador. Allí que me quedo. Sólo el tipo de la agencia habla inglés, así que el resto lo hace en camboyano. Pero no es importante lo que dicen, porque puedo adivinar perfectamente cómo y porqué se ríen.
Es increíble (es algo que no deja de sorprenderme) lo que les gusta a los asiáticos cantar y lo bien que lo hacen por regla general. Los vídeos de karaoke colgados en YouTube son el alma de la fiesta. Mientras uno de los amigos se encarga de ir seleccionando las canciones de amor, los otros dos las van cantando con pasión y buen tono. A la vez, no se despegan del móvil y van revisando el facebook o lo que toque. No sea caso que alguien escriba algo interesante y haya que compartirlo y echarse unas risas. Otro de los cantores bebe sin parar mientras se arremanga el polo para que se le pase el sofoco del canto y la cerveza. Es una escena realmente divertida.
La fiesta transcurre en esta línea hasta que el tipo de la agencia saca un piano de viento (de esos en los que se sopla para hacer sonar las notas con el teclado) y empieza una nueva actividad. Intentar tocar las canciones del karaoke con el órgano de viento mientras los dos amigotes las cantan a destiempo. Un guirigay estéticamente poco afortunado, pero muy divertido del que no entiendo una palabra, pero lo entiendo todo.
La segunda caja de cerveza no se termina. Somos 5 y yo me planto en la tercera lata. Ellos van por la número 10 ó así. Increíble el aguante que tienen. A las dos cerramos el chiringuito.
Lo mejor de estas cosas no es la fiesta en sí, que también. Sino observar a la gente y conocer cómo se divierte la gente en otros lugares. Ver qué les hace gracias, ver cómo interactúan entre si. Una experiencia siempre interesante ver cómo se disfruta de una sencilla reunión de amigos entre latas de cerveza y trasnochadas canciones de karaoke.
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