Somos muy afortunados porque tenemos salud, una familia y unos amigos que nos acompañan. Los que más suerte tienen, hasta incluso un trabajo, aunque no les apasione. Y pasan los días, pasan esperando el fin de semana. Las semanas pasan esperando las vacaciones. Los años pasan…sin esperar demasiado más… y gastamos nuestra vida sin darnos cuenta hasta que llega ese instante. Ese terrible instante en el que todo cambia, todo sucede y todo te parece superficial y absurdo.
Ese instante que te lo quita todo, que te cambia de polaridad y que rompe el orden de todo lo que hasta ahora estaba establecido. Ese instante que no te deja nada más que tristeza y un profundo dolor: la noticia de la muerte de un amigo, un amigo de los de toda la vida. Y ya van dos en poco más de dos años.
Todo era normal, todo como cada día, excepto en que llegó ese maldito instante. Un sólo segundo que te separó de tu familia, de tus amigos y conocidos, de los que siempre te hemos querido. Y todo en un momento, un segundo de terrible mala suerte, de incomprensión y porqués que nunca entenderemos. Un instante en el que algo o alguien decidió (seguramente ni siquiera eso) que ese coche invadiera tu carril.
39 años. Sólo te dieron esos pocos años para hacerlo todo, para conseguirlo todo. Dicen que así es la vida, pero no lo entiendo, no lo quiero entender.
No nos dejes muy solos, no te vayas muy lejos, Pere… que ya vuelve a amanecer.
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[…] que el 2012 me daba grandes viajes y alegrías, también me dio con el azote de la inesperada pérdida de un gran amigo de infancia (y han sido dos en tan poco tiempo…). Y llegó ese día, ese instante que nunca esperas, ese […]