El domingo por la mañana me levanto relativamente pronto. Mis planes para la mañana antes de coger el avión a las 15h, es dar una vuelta por el centro y visitar la Igreja do Carmo y el Elevador Santa Justa. Si me da tiempo quiero montarme en el tranvía 28 y dar una vuelta completa al casco viejo.

Pero lo primero es lo primero y desayuno los ya conocidos pasteles de nata (que son de crema como ya sabéis) y compro el cargamento correspondiente para la familia y compañeros de trabajo. Normalmente nunca compro nada para nadie, pero esta vez he hecho una excepción. Casi no me caben en la maleta. Lo recojo todo y lo dejo preparado para ir al hotel a recoger la maleta justo para irme al aeropuerto.

Igleja do Carmo, Lisboa

Igleja do Carmo, Lisboa

Salgo sipuesto a disfrutar de uno de los lugares que más ganas tenía de ver: la Igreja do Carmo. La idea de una iglesia gótica en ruinas, que se puede visitar por dentro me atraía bastante. Mi gozo en un pozo. Los domingos está cerrado. No había caído en preguntar y en mi guía no pone nada. Si lo llego a saber habría ido el sábado por la mañana a primera hora. Pues otra cosa que queda pendiente para la próxima visita.

El museo arqueológico también cerrado en domingo.

El museo arqueológico también cerrado en domingo.

Al lado de la iglesia, se encuentra el Elevador de Santa Justa. Es una estructura metálica al estilo de la Torre Eiffel pero con detalles góticos. Se acabó de construir en 1902 y su primer motor era de vapor. El mirador superior es interesante para ver la ciudad a tus pies y es gratuito, lástima de niebla. No me sale ni una foto en condiciones. Para subir y bajar en el elevador hay que comprar un ticket que vale 3€ e incluye dos viajes. Dejo uno de ellos para bajar a buscar el  AeroBus.

Elevador de Santa Justa desde abajo.

Elevador de Santa Justa desde abajo.

En realidad hay dos ascensores. Los usan de forma alterna.

En realidad hay dos ascensores. Los usan de forma alterna.

Bajo hacia el barrio de Chido y doy una vuelta por el centro de tiendas. Desierto. Es como una ciudad muerta. Sin apenas tráfico ni gente y algunos edificios deteriorados y decadentes, comercios desaliñados y letreros luminosos rotos, algunas calles parecen escenarios de películas en los que la humanidad ha desaparecido de la tierra y me siento el único habitante del planeta.

Estación de tren do Rossio, en la plaza do Restauradores.

Estación de tren do Rossio, en la plaza do Restauradores.

Me dedico a pasear por los barrios y no veo tráfico apenas de tranvías, así que no me arriesgo a llegar tarde al aeropuerto. La ruta del tranvía 28 también para otro día.

De camino al aeropuerto en el AeroBus, veo que la ciudad moderna (la que casi nunca se visita) tiene rincones muy interesantes. Grandes parques y avenidas dignas de dedicarles un buen paseo.

Teatro Eden y Palacio Foz, frente a la parada del AeroBus.

Teatro Eden y Palacio Foz, frente a la parada del AeroBus.

Ni idea de lo que era, pero me gustó.

Ni idea de lo que era, pero me gustó.

De vuelta al hotel para recoger la maleta, entro en la Igleja de Santa Caterina, que apesar de estar junto al hotel, no me había percatado de su presencia. A pesar de haber sido reconstruida totalmente tres veces, tiene un esplendor y decoración sorprendente. Un poco cargante, claro, pero interesante. Me quedo un rato a escuchar el portugués litúrgico. Luego, como se celebra misa, hago la foto sin flash y un poco escondido…

Igleja Santa Caterina, en Barrio Alto.

Igleja Santa Caterina, en Barrio Alto.

Al salir de la iglesia, me encuentro un atasco de tranvías porque una grúa ha estacionado en pleno carril, y el conductor no aparece por ninguna parte. Es lo que tienen los tranvías, si uno no puede pasar, el siguiente tampoco ni el otro… Los conductores de los tranvías tocan con más o menos insistencia los timbres de los tranvías y se monta una escena curiosa en pleno siglo XXI.

Atasco de tranvías en la Rua Misericordia.

Atasco de tranvías en la Rua Misericordia.

Ya en el aeropuerto, mientras llega la hora de ir a la puerta de embarque aprovecho para probar una tortilla ibérica, que es como la tortilla española pero con jamón y un poco de todo. Está buena, pero se me repite hasta que llego a casa… De postre más pastel de nata. ¡Qué vicio!

En control de acceso, me abren la maleta y pensé «¡los pasteles de nata!», pero no. Resultó ser el difusor del botecito de perfume, parecía sospechoso de ser un detonador… ¡Agüita!

 

[OA-Lisboa]

 

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