Burbujas de gas suben a la superficie de los manantiales de agua termal.

Burbujas de gas suben a la superficie de los manantiales de agua termal.

Cuando me contaron que muy cerca de la ciudad de Gorontalo (isla de Sulawesi, Indonesia) habían unas aguas termales, nunca me imaginé que acabaría en el lugar en el que me encontraba. Pensar en unas aguas termales al aire libre da para imaginarse muchas cosas. El calorcito del agua, lo idílico de la naturaleza…quizá unas vistas de la montaña… Y a tan sólo a 12 km de donde estaba… Tenía que ir a conocer aquel lugar.

Sin saber a lo que me enfrentaba, entré en el parque.  La entrada vale apenas 7000Rp. Lo que allí llaman resort, inspiraba un cierto aire  demodé aunque se veía gente cuidando la hierba y quitando la hojarasca. Por fuerza tenía que ser un lugar de relax idílico. Pero lo que encontré ante mí aun me deja sin palabras y no puedo evitar una sonrisa…

Boquiabierta.

Boquiabierta.

En un primer momento pensé que me había equivocado de lugar, que las idílicas aguas termales debían estar en otro lugar. Pero no. Aquello eran las aguas termales del Tersedio Resort. Las construcciones con forma de animales con la boca abierta parecían tan sorprendidas como yo al vernos mutuamente.

Infantiles y un tanto destartaladas con la falta de mantenimiento -ambos rasgos característicos de Indonesia-, se trataban de habitaciones privadas que albergan en su interior una pequeña piscina (llámalo piscina, llámalo  bañera sucia y rota).  La habitación del conejo, la de la carpa, el elefante, la rana… Impresionante despliegue de imaginación que dejó a los mismísimos bichos -y a un presente- con la boca abierta. Yo aun ahora veo las fotos y se me escapa la risa. Era evidente que allí no habían idílicas vistas, relajantes piscinas al aire libre ni nada de eso.

Bañera interior de las casaetas privadas de baño. La mierda apenas se aprecia en la foto, pero está.

Bañera interior de las casaetas privadas de baño. La mierda apenas se aprecia en la foto, pero está.

El elefante y el conejo, a ver quien abre más la boca.

El elefante y el conejo, a ver quien abre más la boca.

El conjunto de... lo que sea que sean estas cosas.

El conjunto de… lo que sea que sean estas cosas.

¡Ostras!

¡Ostras!

La ostra gigante decorada con personajes de Disney remata el momento surrealista que estaba viviendo. Es la piscina para los niños. Allí me metí -qué remedio- porque tras entrar por en la boca del conejo en una de las habitaciones privadas y ver el panorama, se me quitaron las ganas. Además hay que pagar las 20.000Rp extras para poder usarlas.

El parque tiene algunas lagunas (¿charcos?) por donde emana el agua termal. Hay lugares donde la puedes ver burbujear. Cuidado porque puede estar a unos 70 grados y quema. Un resbalón y te cueces el pie.

Dos de las piscinas termales del recinto. Hay otras en el otro extremo pero están destartaladas y sucias.

Dos de las piscinas termales del recinto. Hay otras en el otro extremo pero están destartaladas y sucias.

Lo mejor y más práctico (que no idílico) es acabar usando una de las piscinas que hay en el recinto (5000Rp). Una de ellas, aunque de agua termal, no está caliente. La otra sí, y no deja de ser una delicia muy relajante. Las vistas y la naturaleza, te la imaginas. La niebla entre los árboles la pone lel humos de las hogueras donde queman los matojos alrededor del recinto. Un clásico indonesio.

El Tersedio Resort es un lugar venido a menos (bastante menos) con apenas algunos jóvenes y niños en la piscina. En su día debió hacerse una gran inversión. Incluso hay galerías comerciales y bungalows en la entrada, pero ahora está todo abandonado. El lago anexo al parque donde desaguan los manantiales, aun contiene las viejas barcas de paseo a pedales -también con forma de animales, claro- que en su día debieron dar al lugar un ambiente mucho más alegre y familiar. Hoy es apenas un reflejo de lo que fue, una sombra dejada en el tiempo de un proyecto, que quizá nunca llegó a tener éxito.

A pesar de la decepción, el Tersedio Resort tiene el encanto de esos lugares de aspecto extraño, infantil e incluso absurdo. El encanto de los lugares viejos y abandonados, testimonios de otras épocas nada lejanes y proyectos que no llegaron a sobrevivir al paso del tiempo…

Barcas a pedales abandonadas. La de la izquierda, aunque medio inundada, aun la usan.

Barcas a pedales abandonadas. La de la izquierda, aunque medio inundada, aun la usan.

 

 

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