Días 21 y 22

Cojo el tren en Irkustk en dirección a Krasnoyarsk (hacia el oeste). Me parece mentira ir en el tren, sin ajetreos raros de paquetes ni pasajeros. Pero no todo iba a salir tan bien. La litera de arriba del tren en tercera clase no tiene más de 60 cm de alto. La señora de abajo todavía se ríe de verme contorsionarme y hacer maniobras para meterme allí. Una vez arriba, paso de volver a bajar, no sea que no logre volver a encajarme.

Llego a Krasnoyarsk a las 6 de la mañana, y allí me está esperando Julia. Es un contacto que entre la gente de CouchSurfing y otros blogs he conseguido, para pasar unos días en el pueblo de sus padres. No sé qué me espera, pero la cosa promete.

Coincido con una pareja de suizos, Rita y Patrick con los que pasamos el día en la Reserva Natural de Stolby. Una maravilla de la naturaleza a apenas 20 minutos en bus público. La guasa sobre si íbamos a encontrar osos o no estuvo presente en toda la ruta. Y es que en Stolby, hay osos, y no siempre lejos del circuito marcado. El mes pasado, unos turistas tuvieron que subirse al tejado de la caseta de la zona de picnic porque un oso se plantó allí para comerse sus viandas. El de la foto es de cartón piedra, que sacado así, da el pego.

Stolby es famoso por sus formaciones rocosas. Algunas, como la del elefante, te dejan perplejo, porque no hay quien le vea el parecido. Todos coincidimos en que aquello es un cerdo, pero bueno, no le íbamos a quitar la ilusión a Julia… Elefante, elefante…

El recorrido, que según nos dijo Julia era de 6 km acabó siendo de 16. Una pateada importante. Suerte del GPS y la experiendia de ella y su marido, porque allí te pierdes y no te encuentran.

Lo más divertido es cuando en mitad del camino te encuentras una caquita aun fresca de oso, y signos evidentes de actividad animal reciente en las plantas de alrededor. Los helechos te llegan a la altura de la cabeza, así que te sientes como el protagonista de los niños del maíz porque apenas ves nada alrededor.

Preferimos apretar el paso y no esperar a comprobar si el bicho seguía por aquellos rincones. La guasa del oso, dejó de ser guasa.

La ruta terminó con todos hechos polvo y al día siguiente querían que fuera al pueblo en bicicleta. Nada más y nada menos que 35 km. Como el tiempo no estaba muy fino y mi rodilla se ha estado quejando, he decidido declinar la oferta. En bus y más tranquilos todos.

 

Día 23 y 24

Rita y Patrick siguen ruta hacia Mongolia, así que yo me quedo solo con Julia y Kahhorbek, su marido. El pueblo de Chastoostrovskye no es nada del otro jueves. Un pueblo de Siberia entre el presente y el pasado y con un futuro un tanto incierto. Vamos, como todos los pueblos pequeños de campo de cualquier país.

El objetivo es ver cómo es un pueblo y la forma de vida de aquella gente. Julia me tenía preparadas un par de visitas que me tenían un tanto mosca, porque eso de ser el turista y que te hagan la pamplinada no me gusta en absoluto. Por suerte, aunque pamplinandas hice las que quieras, ha resultado ser muy divertido e interesante.

En el museo, una señora con más voluntad que facilidad para explicar las cosas (cosas del inglés en los pueblos de Siberia y las traducciones de Julia que comprimen a 2 cada 10 palabras) me va mostrando elementos y enseres de la vida cotidiana de los pueblos rusos. Muchas de esas cosas, ya en desuso y cayendo en el olvido, perdiéndose en el tiempo. Haciendo morir la cultura rusa…

En el club social, se estaba montado la marimorena en mi honor, así que allí llegamos y me encontré con el grupo folclórico del pueblo para hacerme los honores. Un tanto cortado, tengo que probar el pan (que hay que mojar en sal) en señal de bienvenida y agradecimiento. Ya ves qué rico…Aun no me creo que esté allí en medio de todo aquel sarao.

Me hacen una muestra de bailes y música tradicional en los que tengo que participar. El grupo es una mezcla entre las abuelas que cantaron este año en el Festival de Eurovisión y los Ropper. Ni papa de inglés pero con una alegría y ganas de enseñarme sus danzas que me hicieron pasar la vergüenza de golpe. Bueno el chupitazo de vodka del primer baile, algo te ayuda.

La verdad es que lo pasé estupendo y el grupo fue sensacional conmigo. Viendo mis amplias dotes musicales y en el arte de la danza tradicional, me han ofrecido formar parte del grupo. He declinado la oferta, porque me pilla lejos para venir a los ensayos.

Cada una de ellas había preparado un plato típico de su gastronomía local. Julia les había contado que tenía interés en conocer la gastronomía de la zona, y así lo hicieron. Lo que ves en la mesa del centro era sólo para dos personas. La base es el vegetal y las hortalizas. Apenas carne, porque son los productos de la temporada, y la carne se consume en invierno porque es más calórica.

Tenía que probarlo todo y era todo un reto. Las abuelas, entre bocado y bocado trago de vodka que te despeinas. Qué pimple, y claro, el invitado tiene que seguirlas.

Me pidieron que les cantara algo en español, y tentado estuve de arrancarme con el torito enamorao de la luna del Fari, pero creo que fue el momento o la Fanta de naranja, que no recordaba una palabra de la letra, así que tuve el feo detalle de dejarlas con las ganas.

La buena señora (la que me abraza en la foto como si fuera su nieto) es el alma de la fiesta. Ha repasado todos los brindis habidos y por haber, y aunque no me he enterado apenas, tampoco hace falta echarle mucho esfuerzo para saber que lo estábamos pasando bien.

Tengo que decir que disfruté comiendo, bebiendo y teniendo conversaciones en ruso-inglés-gesticulado con las señoras como no te puedes imaginar. Los abrazos y los tres besos de despedida de estas mujeres me emocionan. No hace falta entender nada más.

Siestorrón para digerir la comida y a pasear a recorrer el pueblo. Paseo interrumpido por la llamada de Julia anunciándome que la banya (la sauna rusa del vecino) está apunto y que me espera. Andrei, un enorme ruso un poco gordete y peludo de arriba a abajo, se pone manos a la obra.

El vapor y los mamporros que me da con el manojo de hojas (que podrían ser acelgas perfectamente) me hacen terminar la digestión de golpe, mientras por efectos de enorme bochorno, Andrei jadea arf arf arf por efectos del calor y el esfuerzo físico a aquella temperatura mientras me da con el manojo de hierbas.  Me falta la respiración. ¡Qué hago yo aqui! La situación es tragicómica como no te puedes imaginar. Andrei no me da tregua y a golpe de acelga y vaporazos a saco, voy sacando la nariz por la rendija de la puerta. Tras cada tunda de palos, a echarse agua fría para refrescarse. No sé qué es peor. El ritual se repite tres veces y dura una hora. Yo apenas duré en total 20 minutos y acabé hiper-ventilado y desorientado de tanto mamporro, el agua fría y los chorros de vapor tan enormes con los que Andrei disfruta para martirizarme.

Por la mañana, ya recuperado de la sauna, he tenido la fortuna de ir a ver una iglesia de un pueblo cercano. Toda ella hecha de madera y en estado de ruina.

Valentina, una entusiasta del lugar nos la enseña y conta toda su historia, sin atender a que yo no entendía ni papa. Aunque algunas cosas, por su expresión, y sus emociones, no hacía falta traducirlas.

Día 25

Vuelve a llover, como cada vez que tengo que salir cargado con todo mi equipaje. Tengo que volar a Moscú. Es una pequeña trampa en mi ruta transmongoliana que me va a permitir tener unos días tranquilos en San Petersburgo. En tren necesitaría 4 días. No tengo el código de reserva de mi billete, ni tampoco estoy seguro de la compañía. Por suerte, en el aeropuerto de Krasnoyarsk, sólo hay una compañía que vuele a las 16h de la tarde (lo único que me acordaba junto con la fecha) y tras un momento de incertidumbre, pude sacar mi tarjeta de embarque.

Con el cambio horario, vuelven a ser las 16h de la tarde en Moscú, así que tengo tiempo suficiente para llegar al hostel, instalarme y dar una vuelta. Tomo contacto con el metro de la ciudad, que me parece espectacular.

 

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20 comentarios

  1. 30 agosto, 2012 a 17:23 — Responder

    El oso de cartonpiedra sí que da el pego XD y el elefante sí que parece un cerdo XD jajajaja!

    • 3 septiembre, 2012 a 8:58 — Responder

      Egoitz,

      nos quedamos con las ganas de cruzarnos con el oso, pero no sé si hubiera sido buena idea…

  2. 2 septiembre, 2012 a 20:43 — Responder

    Por fin me he podido poner al día con tu viaje! La parte de China me ha traído muchos recuerdos, creo que es el país al que he ido en el que la comunicación es más complicada, como dices, ni aunque este escrito en chino te entienden y además ellos no utilizan los mismos gestos que nosotros para expresar las cosas más básicas.. En fin a seguir disfrutando y a cuidarse esos resfriados!

    • 3 septiembre, 2012 a 9:01 — Responder

      Memoriasdeoriente, fue un choque muy grande para mí y lo que más me ha costado. Seguramente por desconocimiento de su cultura y forma de ser. Me alegro te haya traído buenos recuerdos. Un saludo.

  3. 4 septiembre, 2012 a 15:33 — Responder

    Lo reconozco… a mi me has tomado el pelo con la foto del oso.. jejeje

  4. 4 septiembre, 2012 a 20:00 — Responder

    Da gusto ver los colores que tienen las señoras en la foto de la fiesta, el vodka hacía presencia en sus mejillas.
    Por cierto, muy bonita la iglesia de madera.

    Un saludo.

  5. Mariana Sarceda
    7 septiembre, 2012 a 19:28 — Responder

    A pesar de que los trenes no sean lo super cómodos, qué lindo viaje están realizando!!!! Los felicito!

  6. 7 septiembre, 2012 a 23:10 — Responder

    Y cómo viven en los pueblos pequeñas estas fiestas con la llegada del turista… y cómo beben! Recuerdo en Rumanía que nos sacaron un licor y allí estaba nuestro anciano anfitrión venga a pimplar y a obligarnos a pimplar a los demás. Que le intentara explicar que yo no bebo no sirvió de nada, ni entendía mi inglés ni concebía la posibilidad de que alguien no bebiera alcohol :-p
    ¡Disfrutando de esos grandes momentos!

    • 9 septiembre, 2012 a 21:18 — Responder

      Es cierto SaltaConmigo, la sencillez y calidez de estas gentes ha sido una de las cosas mas hermosas de este viaje. Hay que disfrutar de la gente que encontramos en el viaje…

  7. 8 septiembre, 2012 a 21:22 — Responder

    Hombre, me arruinaste la ilusión, si no me lo decías yo iba a creer que el oso era de verdad.

    Ahora o esa gente tiene muy poca actividad o tu debes tener tus encantos porque fuiste la estrella del lugar :D

    • 9 septiembre, 2012 a 21:19 — Responder

      jaja Arol, si eso hubiera sido un oso de verdad la foto no habría salido tan nítida del susto que nos habría dado!!

  8. 9 septiembre, 2012 a 22:43 — Responder

    Te quejarás tú de como te han tratado por esas tierras!!! Ahora que unas abuelas beban más que tú….. Muy chula la experiencia pueblerina JD, así se viven los lugares!!!
    Saludos

    • 10 septiembre, 2012 a 7:44 — Responder

      Fran lo de las abuelas ha sido de lo más bonito del viaje y toda una sorpresa porque no sabía a lo que me exponía hasta que la cosa ya no tenía solución :-P

  9. 12 septiembre, 2012 a 7:41 — Responder

    Que cosas, es alucinante! Pueblos remotos hay en todas partes, pero este de Siberia lo parece aun más. No me extraña que de vez en cuando te preguntaras que hacías allí…, aunque luego las cosas van cambiando, y te integras (no queda otra) Genial la experiencia.

    Saludos, compi!

    • 12 septiembre, 2012 a 8:23 — Responder

      Hola guisantes!

      no era un pueblo diferente de otro, ni tiene nada de especial que otro no tenga,pero la experiencia de acercarme y de que se acercaran a mí, ha resultado de lo más estimulante. Saludos!

  10. alexandra
    10 mayo, 2015 a 11:35 — Responder

    Creo que nunca me había reido tanto con una entrada sobre un viaje. Me encantan tus posts!

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